El 24 de junio debería ser feriado nacional. ¿Murió un prócer? No. ¿Se conmemora alguna batalla histórica? Tampoco. ¿Sucedió algo fundamental para el país? Sí. ¿Ya adivinaron qué? Por las dudas, lo aclaramos: nacieron Juan Manuel Fangio, Juan Román Riquelme y Lionel Messi.
Algunos dirán que es una exageración, pero el deporte es un gran termómetro para la cultura de un país. Es fundamental en todo sentido, porque es por medio del deporte que se subliman muchos aspectos que se entienden como identidad cultural de una nación. Además, estos no son cualquier tipo de deportistas. En algunos casos, es necesario separar el deportista del ser humano, del ciudadano. No porque ellos tengan más responsabilidad que el resto de los mortales, sino porque ser bueno en lo que uno hace no necesariamente implica ser un ejemplo. Pero no es el caso. Estos tres que mencionamos son ejemplos “dentro y fuera” de la cancha.
24 de junio: un día glorioso para nuestro país.
Juan Manuel “el Chueco” Fangio nació el 24 de junio de 1911. Quíntuple campeón del mundo (cuando era algo aún más destacable que hoy), hicieron falta más de 50 años para que Schumacher rompa su récord. Reconocido como un deportista ejemplar, no solo sus colegas sino también sus competidores siempre destacaron su caballerosidad, hombría de bien, profesionalismo y generosidad. Sin dudas en el podio de los deportistas más importantes de la historia de nuestro país.
En orden cronológico, el siguiente nacimiento es el de Juan Román Riquelme: 24 de junio de 1978. Nacido en las inferiores de Argentinos Juniors, debutó en Boca en 1996, donde ganó 11 títulos (incluidas tres Libertadores y una Intercontinental). También jugó en el Barcelona y en el Villarreal de España. Algunos hinchas de Boca lo consideran el ídolo máximo de la historia de la institución.
Por último, el 24 de junio de 1987 nació en Rosario el, para muchos, mejor jugador de la historia del fútbol. Es tan grande que no hace ni falta que lo mencionemos: ya se entiende de quién estamos hablando. Jugó de muy chico en las inferiores de Newell´s Old Boys, y a los once años ya estaba en el Barcelona (qué deuda para el fútbol argentino que nunca haya jugado un partido de primera división de nuestro país, ¿no?). Con la selección llegó a una final del mundo y a dos finales de Copa América. Por su humildad, su tranquilidad y coherencia a la hora de declarar y su pacífica vida privada, es sin dudas, uno de los más grandes deportistas de nuestro país.
Hipólito Azema nació en Buenos Aires, en los comienzos de la década del 80. No se sabe desde cuándo, porque esas cosas son difíciles de determinar, le gusta contar historias, pero más le gusta que se las cuenten: quizás por eso transitó los inefables pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Una vez escuchó que donde existe una necesidad nace un derecho y se lo creyó.