Procrastinar

Diferir, aplazar. 

No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy: suena lógico, parece fácil, pero la mayoría de nosotros, en general, hacemos lo contrario. La buena noticia es que existe un término para definir esa tendencia incorregible a postergar las tareas: procrastinar. Esta palabra proviene del latín: el prefijo pro, que significa ‘adelante’, junto con crastinus, que se refiere al futuro, la postergación o posposición. Por tanto, la procrastinación es el hábito de postergar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más agradables .No es una palabra nueva, pero –si bien su uso está bastante extendido, sobre todo, en el ámbito corporativo– no es de lo más usual.

El sistema funciona más o menos así. Dejamos la tarea que menos nos gusta hacer o el tema que más nos cuesta resolver para después, y avanzamos con otras cosas. Al otro día, lo mismo. Total, siempre hay algo más para hacer. Llegado un punto, lo procrastinado queda en ese estado por tiempo indefinido, hasta que ya es demasiado tarde para hacer algo. Todos lo hacemos, algunos con más frecuencia que otros, y todos padecemos sus efectos negativos: una lista de pendientes que nos persigue y nos acosa, y que va a seguir allí hasta que nos ocupemos de ella.

Entonces, ¿manos a la obra?