Las palabras, con el tiempo, cobran sentidos impensados. Hoy, por ejemplo, para dar algo por seguro elegimos un término bastante peculiar: olvidate. Es decir, para establecer una certeza, apelamos al olvido. Afirmamos con el olvido.
Parece una contradicción en sí misma, pero al lenguaje en constante movimiento poco le importan los diccionarios y las definiciones lógicas. Al fin y al cabo, ¿quién es dueño de las palabras, sino los que las usamos día a día? ¿Cuál es el lenguaje que vale, el de los libros o el de la calle? Olvidate.
Licenciada en Comunicación Social y correctora. Nacida y criada en el oeste del conurbano bonaerense. Sagitariana, vegetariana, crossfitera y viajera. Estoy convencida de que, con las palabras, podemos hacer magia. Pasen y lean.