¿Te acordás de la canción en la que cambiábamos las vocales y nos reíamos de lo tontos que parecíamos? Si. Eso que nos hacía reír de chicos, que nos parecía tan ridículo, empezó a tomar fuerza y se convirtió en una de las banderas del movimiento feminista. Quien hubiera dicho que era casi como una premonición de lo que hoy lucha por instalarse en nuestro país -y en tantos otros como Alemania- conocido como lenguaje inclusivo.
Todo parece haber sucedido muy rápido. Primero fue el @, después la X, ahora la E. Esta lengua fugitiva y expansiva intenta con fuerza plantarse como antídoto a aquella que borró a la mitad de la población, y romper el binarismo y la incomodidad del “todos y todas”.
No está aceptado por la RAE, no es obligatorio, ni hay sanciones por no usarlo pero una vez me preguntaron ¿Por qué hay tanta resistencia a usar la palabra “concejala” y tan poca a “mucama”?, y me dejaron pensando.
Creo que la primera vez que escuché acerca del lenguaje inclusivo con la E fue en 2017. Pero recién en el 2018 que cobró fuerza y exposición en los medios siendo utilizado en la denuncia pública del Colectivo de Actrices contra el actor Juan Darthés, sumándose al movimiento global feminista #metoo.
Todavía me acuerdo de los chistes en la oficina, en las reuniones, donde muchos metían un comentario gracioso al respecto. Pero, era un chiste border para nosotras las mujeres. A pesar de haber aprendido nuestra lengua aplicando el género masculino para designar tantos a hombres como a mujeres, de a poco, muy de a poco, algo empezó a brotar en mi. No por el uso de la E (que mi formación como comunicadora rechaza como si fuera un horror de ortografía). Lo que empezó a crecer en mí es la consciencia de que existe una raíz más profunda en esta discusión.
Yo, tú, el, ¿ella, elle, nosotres, elles?
¿Habrá que imaginar nuevos pronombres personales? Desobedecer a lo aprendido de memoria y recitado en las escuelas sin quedar atrapados en nuestras propias palabras.
La E no aplica a los nombres propios. Tampoco a los objetos. No decimos “les ventanes” ni “Le compeñere Menuele”. Eso sería como volver a La mar estaba serena.
¿Te doy un consejo si tenés más de 30 años? La escucha antes que la imposición. Escuchá, respetá, no te rías si alguien lo usa frente a vos ni revolees los ojos. Las nuevas generaciones lo están incorporando y está bueno que evolucionen, que se animen, que se expresen. Así que te invito a que lo pruebes en algunas situaciones puntuales y veas la reacción de la gente y la tuya propia. Es interesante y se siente bien… inclusivo. Hay algo que muy dentro vibra de una manera diferente cuando abrís tu mente y te animás a usarlo.
María Mosquera es Magister en Comunicación Organizacional de la Universidad Austral, Publicitaria desde hace dos décadas largas, especialista en Branding Femenino y una observadora incansable de la comunicación con ojos de mujer. Una mujer que es a veces creativa, escritora, consultora, consejera, jefa y otras amiga, madre, hija, hermana, socia, viajera, consumidora, cliente o compradora… pero siempre siempre mujer argentina.