¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónUn turista desprevenido podría llevarse un gran disgusto si, en algún encuentro social con argentinos, uno de ellos le dijera algo como “¡pero qué hijo de puta que sos!”. Sin embargo, eso no significa necesariamente algo malo: a veces, es precisamente todo lo contrario.
Como en todos los países hispanohablantes, esta expresión –que desmerece al mismo tiempo a las madres y a las putas– es uno de los peores insultos que se le pueden decir a alguien. En sentido estricto, significa que el designado es una “mala persona”, en la peor de sus versiones. Y en Argentina también, claro.
Sin embargo, el argentino puede considerarte un hijo de puta por motivos completamente diferentes. Si sos un genio, sos un hijo de puta. Si hacés algo muy bien, sos un hijo de puta. Si hacés algo inesperado o sorprendente, también sos un hijo de puta. Es, paradójicamente, la fórmula máxima para expresar admiración y respeto.
La clave, en realidad, está en saber leer el contexto para entender cuál es la lectura que se está haciendo de nuestra persona. Que nos consideren un hijo de puta –o una hija de puta– puede ser lo mejor o lo peor dependiendo de la intención: la dualidad eterna del argentino, en este caso, polarizando una misma frase con sentidos completamente opuestos.
Fecha de Publicación: 18/04/2018
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