¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónLa idiosincrasia de quienes habitamos la ciudad de Santa Fe, y la provincia en general, tiene algunas particularidades de las que no estamos muy orgullosos. El lenguaje tumbero es una de ellas. Lo de no estar orgulloso de una forma de hablar no lo digo por desmerecer a cierto grupo social. Es por el contexto socio-político que permitió este traspaso de un léxico carcelario al habla cotidiana, principalmente de los jóvenes. Lo cierto es que hoy, en Santa Fe, muchísimos chicos que nunca pasaron ni cerca de una cárcel eligen hablar como tumbero. Es más, lo hacen pibes que ni siquiera viven en un contexto marginal. Hablando mal y pronto, y usando un término despectivo pero que es moneda corriente en Santa Fe: muchos chicos que hablan en tumbero son chetos hablando como negros.
Lo del contexto santafesino que permitió esta realidad es un tema que da para hablar mucho. Y algo de esto ya se dijo en Ser Argentino. Santa Fe es una provincia que, hace años, sufre mucho a manos de la delincuencia. Mucho se trata comprender del por qué de que tantos pibes salgan de sus barrios a chorear. Los santafesinos sabemos que muchos de nuestros chicos crecen en la segregación, en la falta de oportunidades y en barrios tomados por el crimen organizado. Crimen que, principalmente, tiene al narcotráfico como oscuro motor económico. Ocurre que todo eso no le sirve a una madre, a un padre o a un vecino al que le mataron a un ser querido para sacarle un celular.
Es esta la realidad que lleva, todos los días, a chicos santafesinos a la cárcel. A “la tumba”, como se dice desde los tiempos de Martín Fierro, dando origen al ser tumbero.
Para entender el por qué de esta “tumberización” del habla juvenil puede haber varias explicaciones. Una de ellas es común a toda Argentina. La difusión de series y canciones hizo que el dialecto que inventaron los presos se mezcle con el de los barrios. El Marginal, Tumberos y la cumbia villera hicieron lo suyo.
Hoy se puede afirmar que el idioma tumbero sería una mezcla del idioma villero con el tradicional lunfardo. Los presos más viejos se niegan a usar la terminología pibe chorro de hoy. Y así persisten palabras como cana, milico, ortiba y otras.
En esta nota te vamos a dejar algunos de los términos más originales del hablar tumbero. Pero el tema da para varias notas. En otras te contaremos más de este léxico carcelario.
Hoy en día, el pluma es el jefe del pabellón. Antes a ese líder lo denominaba poronga (en referencia al órgano sexual masculino). El término pluma refiere al cacique, el jefe de las tribus que las utilizaba en la cabeza. Si hay un problema, el pluma tiene que salir a solucionarlo como sea.
En la otra punta, en el escalafón más bajo dentro de una prisión, está el Valerio o lavataper. En la tumba no hay platos. Tu plato es un taper plástico. Al que lo mandan a lavar los platos es considerado un gil. También se le dice, o se le decía, Valerio: es el que limpiaba como la empleada doméstica porque tenía que pagar algún pecado.
Va una palabrita fuerte: los anticoncha. Un personaje despreciado y rechazado por los internos es un abusador. Es también un violín. A ellos se le pega y van al pabellón especial porque se los desprecia. Sobre todo si es de niños. A esos se les dice come niños y se los maltrata feo.
Fecha de Publicación: 16/07/2021
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