Vivimos tiempos en los que el lenguaje funciona como un lente por el cual vemos (o no) la realidad. Antes se pensaba que una palabra solo servía como una herramienta cuyo único objetivo era describir un objeto. Hoy sabemos que las palabras “crean” cosas, personas y hasta sentimientos. Por ejemplo, en la Edad Media no existían los niños. Y esto no se debía a que “realmente” no hubiese chicos correteando por la campiña, sino a que no había una palabra para diferenciarlos de los adultos. En el medioevo, sin importar la edad, todos eran considerados gente grande. Lo mismo pasa en la provincia de Misiones. Allí no hay niños o niñas, sino gurises y guainas.
Una palabra que trasciende fronteras
Gurí no es una palabra exclusiva de Misiones. Es un término que se utiliza en el litoral argentino y gran parte de Uruguay y Paraguay. La palabra proviene del guaraní Ngirí y significa “niño o muchacho”. Sin embargo, si bien en otras regiones el femenino de gurí es “gurisa”, en Misiones se le llama “guaina”. Por otro lado, el sustantivo masculino plural de gurí es gurises y el sustantivo femenino plural de guaina es guainas.
Los guaraníes estuvieron originalmente asentados en Brasil, Paraguay y el noreste de Argentina. Actualmente existen descendientes indígenas que mantienen su idioma original, sus casas, escuelas y su propia identidad. Si hay gurises en Misiones, es todo gracias a ellos.
Mucho más que un nombre
En Misiones no se dice “vení, pibe” o “ven, niño”, se dice “vení, gurí”. Cuando un misionero entra a una casa con niños pregunta: “¿Cómo andan los gurises?”. Pero gurí y niño no son la misma cosa. Los gurises de Misiones viven en contacto con la naturaleza. A muchos se los ve caminar descalzos a la hora de la siesta. Sus pies rojos de la tierra colorada y sus manos cargadas de limones arrancados de los árboles de la vereda. El gurí es obediente con los mayores, aunque a veces se mande macanas. Las guainas, por otro lado, mantienen las tradiciones. Acompañan a la madre de compras, le cortan las uñas o peinan a la abuela. Los gurises misioneros, para bien o para mal, todavía viven en una sociedad tradicionalista. No obstante, a pesar de que uno de ellos pueda viajar lejos de su tierra natal, podrá perder su nombre, mas nunca su identidad.
Misionero y argentino por elección. Profesor de Historia (UBA), aficionado a la astronomía y a la ciencia ficción. Soy docente en el nivel medio y superior, pero antes fui maestro heladero, librero, administrativo, encuestador, mozo y hasta repartidor de películas de VHS. Mi pasión es escribir. Tengo unos cuantos cuentos y unas cuantas historias para contar. Como dicen por mi zona, solo “entre, pase y pregunte”.