¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Sábado 04 De Febrero
Si estamos caminando por la calle y alguien ve que estamos a punto de poner nuestro pie en un charco, es probable que nos diga solo una palabra: ¡guarda! Si nos agachamos y corremos el riesgo de golpearnos la cabeza al levantarnos, el mismo término puede alertarnos del peligro inminente. Sería como un “cuidado”, un “mirá” o un “prestá atención”. Pero ¿por qué guarda?
El que conozca algo de italiano seguramente tenga la respuesta inmediata: el verbo guardare significa, precisamente, “mirar”. La expresión es, entonces, uno más de los legados de la inmigración italiana, a la que el tiempo le borro el origen y el uso le retocó la conjugación (guarda es, en realidad, la tercera persona del singular y no la segunda).
Un proceso similar sufrió el término testarudo –una leve deformación de testa dura (“cabeza dura”) – al que le cambiamos el orden de algunas de las letras y lo convertimos en un adjetivo por sí mismo, que concuerda en género y número con el portador de la característica.
Cada palabra que sale de nuestra boca trae consigo una historia, un origen, una razón de ser. Viaja por el tiempo, por el espacio, se carga de sentido, se recicla, muta. Y allí aparece, en el momento exacto en que la necesitamos –por ejemplo– para alertar a alguien sobre algún pequeño peligro cotidiano.
No es ninguna novedad que en nuestro país hay una gran comunidad de italianos. Hemos tenido casi un siglo de inmigración proveniente de ese país, por lo tanto es lógico que muchas de las palabras que usamos hoy en día tengan su origen en el idioma italiano. De hecho, no se trata solo de las palabras sino también de los gestos y de la forma hablar que tenemos los argentinos, especialmente los porteños, lo que nos hace parecernos mucho a los italianos. Esa grandilocuencia y pasión al hablar la heredamos de los tanos, al igual que esta pequeña palabrita y muchas otras.
El lunfardo se lo debemos a los italianos y su intento, fallido, de hablar en español. Por eso decimos “vamos a tomar una birra” o “haceme la gamba” de manera tan natural que ni nos ponemos a pensar de donde viene. Pero aquí haremos el intento de explicarlo.
Veamos primero que es el lunfardo: se trata de un lenguaje callejero acuñado principalmente por los inmigrantes que llegaron a nuestro país entre fines del siglo XIX y principios del XX. Tiene una exótica mezcla de palabras de origen italiano, francés, gauchesco y de un dialecto conocido como vesre – que consiste en invertir las sílabas de una palabra, como en el caso de su nombre que es la palabra revés dada vuelta – lo que deriva en una lengua de lo más variopinta y muy común en la jerga porteña.
Algunas de las palabras más comunes son, como decíamos, birra que no es otra cosa que la locución italiana para cerveza o gamba que significa pierna en ese idioma y, aunque se usa con ese sentido, se lo suele asociar con una persona que acompaña o ayuda a otra. Los porteños usamos mucho también la palabra laburo que viene de lavoro (que es trabajo en italiano), facha que se usa para definir a alguien con buen aspecto, pero que deriva de una mezcla de la palabra italiana faccia que significa cara y de facha tosta que se usa para referirse a una persona que “no tiene vergüenza”.
Hay miles de ejemplos más, pero nos queda clarísimo que nuestra jerga y nuestra habla coloquial le debe mucho al italiano y resulta entendible por qué suelen confundirnos cuando viajamos al exterior.
Fecha de Publicación: 19/04/2018
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