“¡Pasá la tarjeta, que por ahí anda el zorro!”, se escucha con frecuencia en las calles santafesinas. La tarjeta es el plástico que se escanea en los parquímetros ubicados en las esquinas. El zorro es el inspector de tránsito, que va controlando con un dispositivo móvil (no me preguntes cómo se llama) qué auto está registrado y cuál no. Laburo jodido el del zorro. Se banca más de una puteada por día, seguro. Aparte, el clima de nuestra ciudad no es el más benévolo para un laburo en el que tenés que caminar sobre el asfalto. La naranjita es la señora que, en esquinas muy movidas que no tienen semáforo, ordena un poco el caos vehicular y de peatones.
A ambos se les llama así por el color de sus atuendos. Aparentemente, los muchachos, en primera instancia, eran “zorros grises”, porque con ese insulso color andan vestidos. Luego quedó zorro solo, nomás.
Las naranjitas, cuyo nombre “serio” es Brigada de Tránsito Femenina, son un cuerpo creado hace unos 50 años por la Municipalidad de Santa Fe. Una naranjita es muy respetada. Mucho más que los zorros. No solo por caballerosidad hacia el género femenino, sino porque su labor es verdaderamente una ayuda, en un microcentro cada vez más difícil para conducir.
En cambio, el zorro... ¿qué decir? Debe ser uno de los oficios más odiados en Santa Fe. Tras que somos re maleducados para manejar y estacionar, estos tipos andan ahí haciendo multas por todos lados. Es muy común, en Santa Fe, escuchar la queja de que “estos de la municipalidad son unos recaudadores. Lo único que hacen es sacarte plata, pero las calles son un desastre”.
Lo cierto es que, sin zorros ni naranjitas, los que andamos las calles santafesinas, prácticamente, estaríamos en la ley de la selva.
Argentino, nacido en la ciudad de Santa Fe. Licenciado en Comunicación Social, especializado y apasionado por la redacción. Amante de las canciones, los idiomas y la interculturalidad. Me gusta emocionarme con un lindo texto y dejarme sorprender como un niño. Juego a que soy escritor y músico.