El lenguaje, como sabemos, está en constante evolución. Lo que antes estaba restringido a un ámbito particular, con el tiempo, puede extenderse a otros, cruzar barreras sociales, generacionales y territoriales. Algo así sucedió con el lunfardo a principios del siglo XX, que nació en las clases marginadas y luego se difundió a otras esferas –en especial– gracias al tango.
Algo así sucede hoy con la cumbia villera, con sus cruces entre el lunfardo y los registros marginales, como el de las cárceles o el fútbol.
Un ejemplo muy claro lo dio Pablo Lescano, el cantante de Damas Gratis, quien popularizó una frase que solo él entiende: “ATR perro cumbia cajeteala piola gato”. Sin embargo, a pesar de que es de su autoría, al parecer se preocupa por redactarla correctamente: hace poco, realizó a través de Twitter una consulta a la mismísima Real Academia Española: “Hola RAE. Es cajeteala o cajetiala Piola Gato. #EstoEsCumbia”.
Su consulta no recibió respuesta, pero bien vale la pena el intento de darle a su neologismo una conjugación correcta.
Licenciada en Comunicación Social y correctora. Nacida y criada en el oeste del conurbano bonaerense. Sagitariana, vegetariana, crossfitera y viajera. Estoy convencida de que, con las palabras, podemos hacer magia. Pasen y lean.