¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Martes 28 De Marzo
Parece lo mismo, pero no lo es. Una cosa es que a uno le digan que es un boludo, otra muy distinta es que te digan pelotudo. Un boludo es aceptable, es hasta simpático, cariñoso. “Ay, sos un boludoooo”, nos pueden decir sin que nos ofendamos. Incluso nosotras mismas podemos decir: “¡Qué boluda que soy!”, cuando nos equivocamos, nos olvidamos algo o metemos la pata. Boludo sí.
Pero con el pelotudo las cosas cambian. Nadie le dice con amor a un amigo: “Pelotudo, no sabés lo que me pasó ayer”. Mmm no. No es lo mismo. “Sos una pelotuda” suena fuerte, suena a reto, a provocación. Como dijo Roberto Fontanarrosa en el Congreso de la Lengua en 2004: “No es lo mismo decir que una persona es tonta o zonza que decir que es un pelotudo… el secreto de la palabra pelotudo, la fuerza, está en la letra T”. Esa fuerza, esa pronunciación marcada es lo que la hace más agresiva que boludo y por eso menos propensa a convertirse en un latiguillo. Si nos bancamos el pelotudo, es porque sabemos que el otro tiene razón.
Pelotudo es, quizás, la palabra más utilizada para definir al que le rompió el corazón a tu amiga (sobre todo si tu amiga es reincidente). El flaco es un pelotudo, no hay otra. Se la pierde, por pelotudo. Si es la mujer la que se porta mal, los términos cambian, pero ese ya es tema para una nota aparte.
Entonces: boludo sí, pelotudo no. Nunca. Parecen sinónimos, pero no lo son. El boludo es más versátil, se aplica a distintos contextos, se utiliza con distintos tonos, está más naturalizado. El pelotudo sigue siendo una puteada, un insulto, una mala palabra. Una agresión. Existe la creencia de que uno puede ser un boludo pasivamente, pero que para ser un pelotudo hay que tener ganas. Es decir que la boludez es algo que tiene que ver con la dejadez, mientras que siempre hay algo de maldad insolente en la pelotudez. Vayamos con cuidado, no vaya a ser cosa que nos confundamos y tomemos a un pelotudo solo por boludo. Porque no es lo mismo. No lo es.
Si hay un humorista con potestad para divagar sobre el uso de las llamadas “malas palabras” es Roberto Fontanarrosa. Y como un pequeño homenaje quisiera compartir este cuento que viene con una reflexión muy interesante acerca de la pelotudez.
Se cuenta que en una ciudad del interior, un grupo de personas se divertían con el pelotudo del pueblo. Un pobre infeliz de poca inteligencia, que vivía haciendo pequeños mandados y recibiendo limosnas. Diariamente, algunos hombres llamaban al pelotudo al bar donde se reunían y le ofrecían escoger entre dos monedas: una de tamaño grande de 50 centavos y otra de menor tamaño, pero de 1 peso. Él siempre agarraba la más grande y menos valiosa, lo que era motivo de risas para todos. Un día, alguien que observaba al grupo divertirse con el inocente hombre, lo llamó aparte y le preguntó si todavía no había percibido que la moneda de mayor tamaño valía menos y éste le respondió: – Lo sé, no soy tan pelotudo…, vale la mitad, pero el día que escoja la otra, el jueguito se acaba y no voy a ganar más mi moneda. Esta historia podría concluir aquí, como un simple chiste, pero se pueden sacar varias conclusiones:
«El verdadero hombre inteligente es el que aparenta ser pelotudo delante de un pelotudo que aparenta ser inteligente»
Con esto damos por terminado este exahustivo análisis de las palabras “boludo” y “pelotudo”. Y como conclusión, te aconsejamos que lo pienses dos veces antes de decirle pelotudo a alguien. No vaya a ser cosa que el pelotudo seas vos.
Fecha de Publicación: 31/07/2021
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