¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Domingo 04 De Junio
El refranero argentino es rico en imágenes y creatividad, eso que solemos llamar el "ingenio popular" que no descansa, en las palabras de nuestro cómico Juan Carlos Calabró en el memorable Contra. Pero, de las infinitas variantes, pocas incluyen a nuestros próceres en el remate como el “a cada chancho le llega su San Martín”. Usada en situaciones donde queremos dar un corte a la discusión, o decir una especie de maldición en el tiempo, el latiguillo pasó de los abuelos a los nietos sin cuestionar algo fundamental, ¿qué tiene que ver José de San Martín con los chanchos?
Empecemos contando que la frase tiene un origen europeo y un vínculo religioso con la festividad de San Martín de Tours. Sí, el patrono de Buenos Aires, el resistido protector al que Juan de Garay se negaba a solicitar sus favores debido a la ascendencia francesa del santo. Pero se votó en medio de la Segunda Fundación, en una bolsita con papeles de diferentes santos, y salió tres veces. Parecía que el nombre San Martín iba a estar destinado a unirse por siempre a la historia del país.
Volviendo a los orígenes de la frase, se vinculaba a San Martín de Tours porque en el día de la festividad del santo, el 11 de noviembre, ocurre un fenómeno atmosférico en Europa que eleva la temperatura y permite la faena del animal. Incluso motiva fiestas populares que aún perduran en la región de Asturias. En cuanto el cerdo, se debe a que era comunménte utilizado para el pago de los diezmos eclesiásticos. Hay referencias por citar en la literatura española del 1600, tanto en Francisco de Quevedo en La vida del Buscón, como en el Quijote de Miguel de Cervantes, así que de la cultura de la península pasó en carabelas a la joven América.
Traída por los españoles, la frase rápidamente se incorporó al lenguaje criollo, pero se dio vuelta la taba. Y una frase que generalmente se usaba en el anhelo de justicia se convirtió en una contraseña de la Independencia. Por aquellos años de luchas entre patriotas y realistas, a los soldados de los ejercitos del Rey de España Fernando VII se los llamaba “chanchos”. Una vez que la fama del Libertador iba en aumento, con la consolidación de los Granaderos, la victoria en San Lorenzo y la reorganización del Ejército del Norte con la colaboración de Manuel Belgrano y Martín de Güemes, se transformó en una figura mítica para los nuestros. Y un justiciero. Por lo tanto, cuando gobernaba Cuyo, ya empezaron las primeros futuros argentinos a trastocar el sentido de la frase como un grito de guerra.
Otra versión del cambio de sentido viene del esfuerzo del pueblo cuyano para equipar al glorioso Ejército de Los Andes, aquel que realizó una de las mayores hazañas militares y humanas de la historia. Si bien tenía el apoyo desde Buenos Aires con Juan Martín de Pueyerredón, amigo y protector, los recursos siempre parecían pocos ante tamaña gesta. De este modo, el Libertador tuvo que recurrir a toda la sociedad y aguzó la imaginación, organizando una corrida de toros con sus granaderos como matadores –la tauromaquia era una de sus pasiones– y solicitando a un poco conocido gran inventor argentino del siglo XIX, Andrés Tejada, que reformulara su molino de harina para prensar la lana y convertirla en paños de abrigados uniformes. Finalmente, recurrió a los aportes voluntarios que incluían mano de obra, y allí las valerosas mujeres cuyanas que confeccionaron miles de vestimentas y vituallas para los soldados, o también mercancías y bienes. Se habla bastante de las joyas donadas por la Alta Sociedad, pero poco se sabe aún de los miles de kilogramos de víveres que los pobres campesinos e indígenas de la región acercaban a El Plumerillo. Todos colaboraron para dar nacimiento no solo a la Nación argentina, sino a nuestros hermanos de Chile y Perú.
Con el siglo XX, y en el recuerdo del fallecimiento de José de San Martín, la frase se adaptó a la fecha patria con “a cada agosto le llega su San Martín”. Y en otros países se relacionó el dicho a la marca Siemmens-Martins debido a que fabricó un alambre ideal para la construcción de chiqueros. ¡Ah! Tejada fue tal vez el primer argentino que al menos planeó, pero esa es otra historia.
Fuentes: Pérez Bugallo, R. "A cada chancho le llega su San Martín". En revista Todo es Historia, Nro. 407 Junio 2001, Buenos Aires; Balmaceda, D. Historias de corceles y de acero. Buenos Aires: Sudamericana. 2010.
Fecha de Publicación: 25/02/2022
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