¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónNo se de dónde nos viene esa manía irreverente e imbécil de menospreciar a los mayores. Me pone mal en serio. Se que se nota. Siempre me pregunto de dónde vienen las costumbres porque entender el origen de las cosas es un gran paso para entenderlas de todo. Inclusive hasta llegás a cambiar de forma de pensar. Claro que es imposible que vaya a pensar que un anciano por el solo hecho de serlo ya no... ¿sirve? más a la sociedad... Lo entiendo en un adolescente, a quien cualquier ser de más de dieciocho o veinte años le parece un muerto en vida. Entiendo y hasta celebro esa rebeldía adolescente. Esa cosa de llevarse el mundo por delante, porque si no es a esa edad ¿a cuál sería correcto? Entiendo el recurso de menospreciar a otro para reafirmar la propia personalidad. Después de todo es necesario cortar el vínculo con los padres para crecer. Reafirmar la propia personalidad. Con los padres, ok. De adolescente, te la banco. Ahora de una persona formada, no. Tolerancia cero para con cualquier falta de respeto, claramente. Pero aun más con los ancianos.
Inteligente es aprender de los propios errores y aciertos. Viveza es aprender de los errores y de los aciertos de los demás. La inteligencia tiene un alto contenido genético y una porción indudablemente fuerte autogestionada, inducida por los padres o alguien. La viveza es toda propia. Uno es el que está atento y ávido de aprender. ¿Y alguien podría tener más errores y aciertos que un anciano que vivió ochenta o noventa años? En la respuesta a esta pregunta encontrarás por qué siento que el desprecio por la ancianidad es una idiotez supina. Es el desprecio por la experiencia. Base del conocimiento mayor de la humanidad. Hasta los científicos basan años de investigación en experiencias para llegar a demostrar una hipótesis.
Pero claro, los argentos estamos más allá de cualquier ciencia. “Son viejos de mierda y listo”. A otro tema. Entonces los maltratamos. No les tenemos paciencia. No les damos nuestro amor. Los abandonamos en sus casas o en geriátricos. Somos tan poco vivos que no vemos que estamos adelantando nuestro propio futuro. No tuve la mejor relación con mi papá. No tengo muchos reproches hacia él y los que tengo son menores. Solo que no nos llevábamos con onda. Pero cuando murió mi mamá pensé que se iba a morir de tristeza a los tres meses. Así de fuerte se amaban. Y sin dudarlo me mudé con él. Lo sufrí ocho años, porque no me resultaba un tipo fácil para convivir; tanto que estoy escribiendo un libro de anécdotas a las que miro con humor. Le hice de secretario, lo atendí, le cumplí casi todos los caprichos menos el de tirar las cenizas de mi abuelo al mar (el nono no tenía la más mínima relación con el mar y salía una fortuna alquilar algo para adentrarnos en el océano), le serví desayuno, almuerzo y cena casi todos los días durante ocho años. No me arrepiento de nada. Fue un sacrificio y un acto de amor tremendo, creeme. Pero nunca olvidé que ese señor, además de todo lo que me dio, me respondió cada pregunta que le hice una y mil veces cuando yo no sabía y necesitaba de la repetición para fundar mis conceptos (como vos). Nunca se enojó cuando rompí algo accidentalmente. Ni cuando no quise ser el abogado que él había soñado. En cada idiotez que hice trató de enseñarme en vez de retarme. Me tuvo paciencia también cuando yo no entendía “Contabilidad” en el colegio, a pesar de que él no entendía cómo el hijo de un contador no entendía nada de la materia. Me enseñó a ser buena persona. Y solidario con los demás. Mirándolo aprendí muchas cosas. Entre otras a respetar la sabiduría de los ancianos.
Valentín en 2023 cumplió 93 años. En una muestra más de que mi mamá tenía razón y de que “viejos son los trapos”, Valentín acaba de doctorarse en Historia en la Universidad Torcuato Di Tella. Demostrando la diferencia entre ser un señor grande y un gran señor. Brevemente te cuento un poco sobre él: en 1951 se recibió de Técnico Mecánico en la Escuela Industrial de la Universidad Nacional del Litoral. En 1962, de Ingeniero Mecánico Electricista en la Universidad Nacional de La Plata. Saltamos a 2010 cuando se graduó como magíster en Historia en la Universidad Di Tella. Y finalmente ahora su Doctorado en Historia con una tesis sobre historia y cine.
Ayer, Valentín Golzman, de 93 años, defendió con éxito la Tesis de Doctorado en Historia titulada "Historia y cine. Representaciones audiovisuales de la crisis del Mundo del Trabajo en la Argentina en la década de 1990", dirigida por Mariano Mestman. El jurado estuvo conformado… pic.twitter.com/Z6JRxLCwnu
— Universidad Torcuato Di Tella (@utditella) July 12, 2023
Y acá lo más lindo de destacar es su voluntad de sumarle cosas a su vida. Su esfuerzo por retomar estudios después de ochenta años. Sus ganas de sumar experiencias que no habrán sido fáciles, como vencer prejuicios y relacionarse con sus compañeros y profesores. Una generación... pobrecitos la gran mayoría... quizá alguno le habló con la “e” en el bar. Muchos habrán aprendido que la gran inclusión fue tratarlo como a uno más. Espero que haya sido así y que hayan tenido la viveza de aprender de este espíritu adolescente en el sentido literal del término. Porque Valentín sabe que nunca se termina de aprender aquello de lo que adolescemos.
Imagen: Freejpg
Fecha de Publicación: 20/08/2023
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