Ser Argentino. Todo sobre Argentina

Una picadita para arrancar

Un quesito, un salamín. Algo de pan. Alguna papa frita. Un poco de maní. ¿A qué se debe esa fascinación que tenemos por la picada?

Nos juntamos a comer. La gente va llegando de a poco: siempre están los que llegan antes de la hora acordada, para ayudar a organizar; los que caen puntuales; y los que se toman su tiempo. Entonces, para esperar a que estemos todos antes de empezar a comer, arrancamos con una picadita.

Una picadita. Un quesito, un salamín. Algo de pan. Alguna papa frita. Un poco de maní. Esas aceitunas que a alguien le trajeron de algún lugar y no podemos dejar de probar. La pata de jamón que sobró de la otra vez y todavía está en el freezer. Unas milanesas de la otra noche, cortaditas. Esos pickles que alguien compró por algún motivo. Una docena de empanadas. Las berenjenas en escabeche de la abuela. Los sándwiches de miga que un fanático pasó a buscar antes de venir. Salchichitas, claro. Y aderezos.

La picada surge, en un principio, para “engañar el estómago”, pero los engañados terminamos siendo nosotros mismos: una vez que empieza es difícil frenarla y, en la mayoría de los casos, termina desplazando al plato principal, que era el motivo inicial de la reunión.

Pero ¿a qué se debe esa fascinación que tenemos por la picada? Tal vez tenga que ver con que se trata de un plato social: la picada se comparte, comemos todos de la misma tabla, cada uno toma lo que quiere, en la cantidad que quiere. Es democrática. La picada, también, nos muestra como somos: cuando queda la última aceituna, está quien se apura para quedarse con ella y quien la cede amablemente al de al lado; la eterna lucha entre el angurriento y el considerado.

Como sea, esta escena se repite en cada reunión que se hace en Argentina: la emoción lleva al desenfreno y, cuando nos damos cuenta, ya nadie tiene hambre. La picadita se extiende en cantidad, en variedad y en tiempo. Igual se le hace honor al plato principal, por supuesto. Porque, cuando escasea el apetito, siempre quedan las ganas de alargar el momento.

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