Si la lámpara se mueve, está temblando. Si los perros ladran mucho, se viene un temblor. Si a mi abuela le duele la rodilla izquierda, preparate, la tierra se va a mover. Son muchísimas las señales que hemos incorporado los mendocinos para identificar cuándo va a temblar, o si está temblando en ese momento. Mendoza es tierra movediza por excelencia y para nosotros ya es una tradición.
Desde pequeños nos advierten sobre el tema. En las escuelas, los simulacros de sismo son moneda corriente. Al menos tres veces al año hacemos uno. Suena el timbre, todos de pie, manos en la cabeza, y lentamente nos dirigimos hacia el patio, lejos de cualquier estructura que pueda caerse y hacernos daño.
Pero no solo en las escuelas, las universidades también preparan a los alumnos y a su personal para una situación de catástrofe como esa. Incluso, más allá del ámbito educativo. Empresas, comercios, entidades públicas, todos los mendocinos estamos alertas y preparados para actuar en caso de un temblor.
Por qué somos tierra movediza
El mapa de peligrosidad sísmica producido por el Instituto Nacional de Prevención Sísmica muestra que buena parte de nuestro país presenta un peligro sísmico elevado.
El sector centro-oeste (norte de la provincia de Mendoza y sur de San Juan), particularmente, se caracteriza por una peligrosidad muy elevada, lo cual es demostrado por la constante actividad sísmica de baja magnitud y los terremotos destructivos que han afectado la región a lo largo de su historia. Es cierto que, por la ubicación de nuestro país con respecto a los límites entre placas tectónicas, los sismos de mayor magnitud (que ocurren en los contactos entre dos placas) afectan principalmente a Chile. Se sienten con fuerza en las provincias cordilleranas de nuestro país, pero sin los grandes daños producidos en el país vecino.
Terremotos destructivos a lo largo de la historia
El terremoto porcentualmente más destructivo de toda la historia argentina se produjo el 20 de marzo de 1861, cuando Mendoza fue, durante largos segundos, una verdadera tierra movediza. Destruyó la ciudad y departamentos vecinos, dejó un saldo de 6 mil muertos sobre una población total de 18 mil habitantes. Su intensidad fue de 9 grados Mercalli. Es importante tener en cuenta que, en esa época, no existían las construcciones antisísmicas y los materiales utilizados eran poco resistentes. El terremoto sirvió para replantear el ordenamiento territorial de la Ciudad y llevarla, en su reconstrucción, hacia el sur oeste de donde estaba emplazada.
A la 01.30 del 19 de agosto de 1880 se registró el segundo terremoto más intenso después del de 1861. Afectó a la Ciudad de Mendoza con el derrumbe de murallas y caída de cornisas. En el fundo del "Melocotón", en Tunuyán, murió un chico de 14 años a causa del desplome de una pared. La intensidad del sismo fue de 7 grados Mercalli.
El crack del 29
En el año 1929 se registraron dos fuertes sismos. El primero ocurrió el 23 de mayo y sacudió a la capital provincial y al departamento de Godoy Cruz. Produjo agrietamiento de paredes y caídas de muros. Causó pánico en la población, pero no víctimas fatales. Se sintió en toda la región de Cuyo y su intensidad fue de 6 grados en la escala de Mercalli.
El segundo sucedió una semana después, el 30 de mayo de 1929. Destruyó las construcciones de Colonia Las Malvinas y Villa Atuel, en el departamento de San Rafael. Murieron 30 personas y se registraron numerosos heridos. El sismo se percibió al norte de San Juan, este de Buenos Aires y al sur de Neuquén y Río Negro. Su intensidad fue de 8 grados Mercalli.
Finalmente, el 26 de enero de 1985 se produjo un intenso terremoto que produjo daños considerables en varios departamentos del Gran Mendoza. Godoy Cruz y Las Heras fueron los más afectados, donde se observaron considerables destrucciones, especialmente en construcciones antiguas de adobe o de ladrillo. Se reportaron pocas víctimas y heridos. La intensidad fue de 8 grados Mercalli, volviendo a hacer de Mendoza una tierra movediza.
Argentino, mendocino. Licenciado en Comunicación Social y Locutor. Emisor de mensajes, en cualquiera de sus formas. Poseedor de uno de los grandes privilegios de la vida: trabajar de lo que me apasiona. Lo que me gusta del mensaje escrito es el arte de la imaginación que genera en el lector. Te invito a mis aventuras.