Una de las características positivas de los santafesinos que más me gusta es nuestro espíritu solidario. Podemos tener, al igual que los argentinos en general, muchas cosas que no nos ponen orgullosos. La marginalidad, la criminalidad, la inconducta vial, los vestigios de machismo, el ser “ventajeros”… Es verdad que muchas cosas inherentes a nuestra forma de ser no nos ponen orgullosos. Pero sí se me infla el pecho cuando tengo que hablar de la solidaridad santafesina. Los ejemplos más claros fueron cuando gran parte de la ciudad se inundó. Fue destacado nacional e internacionalmente el espíritu de servicio y hermandad que salió a flote cuando más se lo necesitaba.
Muy relacionado con este rasgo de la santafesinidad está uno que yo defino de la siguiente manera: somos marcheros. Y este fenómeno se acentuó en los últimos años, con el valioso incremento de los grupos de jóvenes que se involucran en la cuestión social. Ya sea el feminismo, el orgullo LGBT, los pescadores, los desocupados, quienes ven a su rubro laboral frenado y muchos más. Todos estos grupos de gente, que sufren una situación que reconocen como injusta, sienten la necesidad de salir a expresarlo. Ahí, nomás, en pocos minutos, se organiza la marcha por redes sociales. Se hacen cadenas de WhatsApp. La convocatoria se realiza de un momento para el otro y es capaz de aglutinar a mucha gente.
Los santafesinos somos marcheros, y eso está bueno. Que la plaza de mayo sea un espacio que vaya más allá del lugar donde ir a tomar mates, pasear el perro o andar en bici. De hecho, lo es. Al igual que la Plaza de Mayo porteña, símbolo de la política popular desde los tiempos de Perón. El corazón del casco histórico santafesino es el punto clave de toda marcha.
Marcha y contramarcha
En un país dividido por múltiples grietas, es genial el fenómeno de las marchas y sus correspondientes contramarchas. A mí no me da vergüenza. Al contrario. Que en Santa Fe, que siempre fue poco más que un pueblo grande que ostenta la capitalía de la provincia, haya pluralidad de opiniones me parece excelente. Así, los marcheros se paran de un lado o del otro de la grieta. Si el Día de la Mujer los movimientos feministas aprovechan para manifestarse fuertemente a favor de la despenalización del aborto, unos días después les toca a las agrupaciones católicas. Bajo el lema de que toda vida es sagrada, el día del niño por nacer siguen levantando la misma bandera que levantan hace siglos.
Si a los movimientos de centroizquierda les tocó celebrar que la presidencia actual los representa, la plaza es “tomada”, con determinada periodicidad, por los defensores de la libertad económica y los productores agrícolas o ganaderos. “No a la expropiación de tal empresa”, y cacerolazos se convocan en el gran espacio santafesino. Ni hablar de lo que pasa cuando la coyuntura política es inversa. Los gremios y sindicatos son muy fuertes en Santa Fe, y de movilizaciones saben mucho.
Una situación que parece reunir a todos los marcheros sin tanta bandera política es cuando hay que lamentar muertes por la inseguridad. Ese caso es, para mí, un ejemplo paradigmático de nuestro ser marcheros y solidarios. Unidos por el dolor, sacamos nuestro corazón lastimado para pedir justicia a una sola voz.
Los aniversarios de las sangrientas dictaduras, los 29 de febrero recordando los muertos bajo el agua… Si te toca pasar un tiempo en Santa Fe, no te pierdas el fenómeno social de los marcheros. Los días de marchas y manifestaciones, la plaza más importante de la ciudad respira participación ciudadana.
Argentino, nacido en la ciudad de Santa Fe. Licenciado en Comunicación Social, especializado y apasionado por la redacción. Amante de las canciones, los idiomas y la interculturalidad. Me gusta emocionarme con un lindo texto y dejarme sorprender como un niño. Juego a que soy escritor y músico.