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Rápidos y Furiosos en el Parque San Martín

Durante las noches de verano, desopilantes automovilistas con autos acondicionados animan el Parque General San Martín. Rápidos y Furiosos mendocinos.

El Parque General San Martín es uno de los espacios más hermosos que existen en la provincia de Mendoza. Su follaje, sus fuentes, sus senderos, el lago y decenas de atractivos lo convierten en una visita obligada. Pero esa no es su única ventaja, sino que el proceso de oxigenación que realizan sus plantas dota de aire fresco a toda la Ciudad. Es un sitio ideal para ir de picnic con amigos o con la familia. Muchos lo eligen para hacer actividad física. Sin embargo, el Parque también entrega un número muy especial: el de los pisteros.

Fast and Furious in the park

Como si fuera un spin off de la franquicia estadounidense, todas las noches de verano, en el Parque General San Martín, se montan escenas dignas de una película de bajo presupuesto. Los Dodge, Nissan y Corvettes, son reemplazados por los Corsa, los Uno y los Bora. Los Toretto y los O’Conner son imitados por simples mendocinos que pasan todo el día esperando el momento fierrero de la jornada.

Antes era mejor

La costumbre está arraigada desde hace muchos años. Durante la primera década del 2000, las reglas en el Parque eran mucho más livianas. Prácticamente, era la famosa “Tierra de nadie”. Y así sucedían las cosas. En cuanto a los asistentes, habría que separarlos en dos. Por un lado, estaban los que oficiaban de público o tribuna. Por el otro, estaban los protagonistas que llegaban con sus autos brillantes y sus escapes molestamente ruidosos. La cita era en “la calle de Las Palmeras”, la principal del espacio verde.

Allí el público estacionaba su vehículo a los costados de la calle. Se bajaba del auto, sacaba una cerveza o se preparaba un fernet, ponía la música al palo y esperaba a que comenzara el show. Claro que, también, podía resultar escenario ideal para conseguir alguna cita de turno. Algunos vendedores de empanadas o de las famosas “Papas Locas” (con algún elemento alucinante dentro del cono) hacían su recorrido para poder hacerse algunos mangos. Ya cerca de las 23 arrancaba el show.

Por un lado, algunos jóvenes asistían con botellas de gaseosa llenas de agua con detergente, desparramando la sustancia en el asfalto. Cuando los autos tunning llegaban al lugar, hacían patinar eternamente sus neumáticos, despertando la algarabía de todos los presentes. Motores llegando al corte y superando escandalosamente los decibeles permitidos. También se podía ver a algún chistoso que pasaba en su bicimoto (algo totalmente novedoso para la época), trepado al caño central del vehículo, arengando con una mano para que lo aplaudieran.

Carreras clandestinas

La cosa se ponía un poco más seria cuando se cruzaban dos automovilistas fanáticos de los fierros. Con un par de miradas arreglaban la picada. Corrían sobre la misma calle de Las Palmeras, o en las adyacencias del lugar, en calles más oscuras.

Así, el Parque era un verdadero descontrol. Sobre todo, los días jueves, durante el verano. Sin embargo, un día terminó. El estado tomó cartas en el asunto, realizó obras que impidieron físicamente la realización de la gran fiesta. Comenzaron a correr multas y así el tema se ordenó. Pero sólo un poco. Porque hasta el día de hoy, en las noches de verano se ven gente estacionada al costado de la calle, tomando un fernet y escuchando música. Siempre pasa algún auto con escape ruidoso y más de uno hace escarbar los neumáticos. La esencia está intacta.

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