Los argentinos solucionamos las cosas a las piñas. ¿Es tan así? ¿Está bien esa afirmación? ¿O no es para tanto? ¿Somos violentos por naturaleza? Veamos. Con ustedes, el tema de esta semana: los argentinos y la violencia.
Yo no creo que seamos más violentos que el resto de la región. Sí creo que somos más “cancheritos”, lo que quizás pueda confundirse con violencia, y bien confundido está porque es una forma de violencia, quizás la peor. En este punto es importante que quede claro que estoy generalizando, que obviamente no TODOS los argentinos somos así y que, además, no puedo evitar pensar desde una mente porteña, nacida y criada y vivida, salvo 4 o 5 años, en Buenos Aires. Ahora sí, sigamos.
Decía que hay algo en nuestra expresión, en nuestra forma de hablar, que puede llegar a generar esta sensación. Una vez, viajando por Perú, presencié una pelea bastante violenta. Lo que más me impresionó de aquella situación es que nunca la vi venir. No hubo una “escalada” de violencia: en 10 segundos pasaron de estar hablando en un tono prácticamente amistoso a estar pegándose con bastante furia. El argentino, en cambio, amenaza con pegar desde el minuto uno de la discusión y, gracias a dios, no pega nunca. O pega poco. Su violencia es más verbal, pero más constante. Casi cualquier cosa que lo contradiga o lo ponga de mal humor es una excusa para hablar mal o insultar o subir el tono. Por un lado, tiene el beneficio de que quizás de esa manera sublime algunas sensaciones y justamente por eso no pasa a mayores. Pero por el otro, el problema es que siempre va a haber algo que moleste, entonces la violencia es constante: se vibra, se respira en cada esquina.
Quizás seamos tan violentos (al menos verbalmente) porque no estamos conformes, porque no nos gusta la vida que tenemos. Y somos incapaces de cambiarla. Entonces, nos la agarramos con el otro y le echamos la culpa de todo. Y lo insultamos. Y volvemos a empezar.
Hipólito Azema nació en Buenos Aires, en los comienzos de la década del 80. No se sabe desde cuándo, porque esas cosas son difíciles de determinar, le gusta contar historias, pero más le gusta que se las cuenten: quizás por eso transitó los inefables pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Una vez escuchó que donde existe una necesidad nace un derecho y se lo creyó.