¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Martes 31 De Enero
Voy a decir algo que tal vez no suene simpático para muchos: no me gusta la Navidad. No le veo el sentido. No me gusta ver la ciudad decorada de verde, dorado y rojo, con imágenes de ese señor de barba, que se debe morir de calor así vestido en diciembre en Buenos Aires. No me gustan los arbolitos, ni el pan dulce, ni el vitel toné. La siento un festejo forzado, cuyo origen real casi nadie recuerda. Me parece un circo armado que poco tiene que ver conmigo. O con nosotros.
A fin de año, no veo “espíritu navideño” por ningún lado. Más bien gente estresada tratando de que pase rápido el último mes para encarar, con suerte, las vacaciones. Gente loca comprando regalos para no quedar mal con ningún familiar. Gente cocinando recetas pasadas de moda para complacer a quién sabe quién.
Esa es solo mi opinión, claro. Pero me lleva a una pregunta que me da vueltas por la cabeza hace tiempo: ¿por qué festejamos Navidad? ¿Por Papá Noel? ¿Por el niñito Jesús? ¿Por la familia? ¿Por los regalos? ¿Porque sí?
Se me ocurren algunas alternativas:
Al menos para mí, esa sería la razón más válida de todas. Porque esa es, en definitiva, la razón original por la cual celebramos el 25 de diciembre en la tradición católica: el nacimiento de Jesús. Sucede que no todos tienen presente esta fecha al momento de preparar los festejos. Jesús, en la mayoría de los casos, queda relegado a una figura del pesebre en su versión bebé y muy pocos lo conmemoran como deberían.
También están los que van en piloto automático y no se preocupan demasiado por detenerse a pensar en Jesús, en Papá Noel o en el motivo por el cual estamos llegando a la casa de un primo al que nunca vemos con una bandeja de ensalada rusa en la mano. Esos son los que festejan por la tradición en sí misma. Porque el 24 de diciembre es Nochebuena y el 25, Navidad. Y punto. Y ese día la pasamos con la familia; siempre cuesta ponerse de acuerdo dónde, pero se festeja. ¿Y si no tenemos ganas? Se festeja igual.
También están (estamos) los que tienen muy claro que no les gusta celebrar esta fecha, pero prefieren seguir con la corriente a discutir con toda la familia. Después de todo, es una cena más, solo habrá que esperar que sean las 12 y, con mucho disimulo, huir lo más pronto que se pueda.
Hay gente que espera todo el año que sea Navidad, no por cuestiones religiosas, sino por la felicidad que les da juntar a toda la familia al menos una vez. Existen familias numerosas que en raras ocasiones llegan a coincidir en el mismo evento, y es un placer poder armar una mesa larga y compartir la velada con padres, hermanos, primos, tíos, abuelos y, por qué no, algún vecino o amigo muy cercano. Ese sí que es un lindo motivo para celebrar la Navidad.
Así como está el Grinch, está quien genuinamente AMA los festejos navideños. Que se emociona desde principios de noviembre, anticipando lo que va a venir. Que disfruta de cada bolita que cuelga del arbolito, que hace de su casa un decorado de película, que elige la ropa que se va a poner esa noche con un mes de anticipación. Que arma el menú completo, desde los platos fríos hasta las pasas de uva, y que se preocupa porque cada uno de sus invitados tenga una noche maravillosa. Y esa actitud positiva es más que respetable.
Sea cual sea el motivo por el cual festejamos Navidad, es importante tener presente que siempre va a valer la pena si ponemos el foco en compartir, en disfrutar, y nos olvidamos un poco de las normas y los mandatos. A fin de cuentas, una noche en familia entre risas y abrazos es una buena noticia, incluso para los que no somos fanáticos de estas fechas.
Imagen: Freepik
Fecha de Publicación: 18/12/2021
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