¿Te gusta ser argentino? ¿Qué responderías si alguien te hiciera esa pregunta? Que sí, sin dudas. A los argentinos se nos infla el pecho cada vez que hablamos de nuestro país. Lo hacemos con orgullo, con pasión. Estamos convencidos de que no hay un lugar más increíble que la Argentina ni gente más maravillosa que los argentinos.
A mí se me llena la boca de palabras hermosas cada vez que le tengo que explicar a un extranjero de qué se trata la Argentina. Cada vez que hablo sobre esta intensa experiencia de ser argentina. Cada vez que describo nuestros paisajes, nuestras costumbres, nuestros gustos. Cuando hablo de mi tierra, la Argentina es, sin dudas, el mejor país del mundo.
Pero luego tenemos la otra cara. Luego está lo que pasa puertas adentro. Luego estamos los argentinos cuando hablamos de Argentina con otros argentinos. Entonces, todo es quejas, reproches. Todo son malas noticias. Entonces, somos los peores del mundo. Y todo lo de afuera seguro es mejor que esto, aunque no tengamos ni idea.
¿Cómo sobrevivir ante esa dualidad? ¿Cómo podemos sentirnos genuinamente los mejores y los peores, dependiendo del contexto? Pareciera que la Argentina para los argentinos es una y para los externos es otra. Una realidad desdoblada en dos, con lo bueno para fuera y lo malo para dentro.
Así somos: extremistas y duales. Orgullosos y terminantes. Exagerados, para lo bueno y para lo malo. Pero, a pesar de todo, ¿nos gusta ser argentinos? Un millón de veces SÍ.
Licenciada en Comunicación Social y correctora. Nacida y criada en el oeste del conurbano bonaerense. Sagitariana, vegetariana, crossfitera y viajera. Estoy convencida de que, con las palabras, podemos hacer magia. Pasen y lean.