El vino, las sopaipillas, el chivo a la llama, el artículo antes de los nombres, y otras prácticas y comidas, nos identifican a los mendocinos como sociedad. Sin embargo, hay un detalle que al resto de los argentinos se les pasa por alto. A los mendocinos nos encanta dormir la siesta.
Desde pequeños. Los padres duermen la siesta, así es que los niños también lo hacen. A medida que vamos creciendo, lo hacemos por interés propio. Asistir a la escuela en turno mañana nos genera el cansancio necesario para disparar las ganas de echarnos un rato a dormir una “siestita”. Y, así, la costumbre se transforma en una tradición ineludible para el 99% de los mendocinos.
Tipos de siesta
Podríamos empezar por la siesta exprés: esta no dura más de 50 minutos, que es, según algunos estudios, el tiempo ideal para descansar la mente y continuar con nuestras actividades. Sin embargo, a nosotros, una siesta de ese tiempo nos deja con gusto a poco. No alcanzamos a dormirnos, que ya nos estamos levantando. Sin embargo, es la más utilizada para aquellos que terminan de trabajar muy tarde en la mañana y tienen que volver rápidamente por la tarde.
Por otro lado, está la siesta promedio. El común de los mendocinos duerme entre 60 y 90 minutos. Es la más utilizada porque el horario de comercio, donde trabaja gran parte de la sociedad, así lo permite. Los negocios cierran a las 13 y se reactivan a las 16.30. Tiempo suficiente para almorzar, descansar y seguir trabajando.
Los privilegiados
Finalmente, la siesta que solo es para algunos privilegiados. U holgazanes, haraganes y perezosos, pensará usted. Es cierto. Pero también es cierto que es un placer de los dioses. Esta es la siesta larga, full. Más de 2 horas. Algunos la estiran hasta 3. Aplicada por aquellos que trabajan en horario nocturno, o bien por la mañana, pero muy temprano, arrancando a las 5 am. Todo se estira. El almuerzo se produce cerca de las 14, a las 15 están en la cama. Y arranca el ritual, cortinas abajo, cuarto oscuro y a perdernos en las inmensidades de nuestro sueño.
A las 18 suena el despertador, o nos interrumpe algún miembro de la familia que siente vergüenza ajena (o envidia) por lo que estamos haciendo. Despegamos los ojos y, literalmente, estamos desubicados en tiempo y en espacio. Totalmente perdidos. Demoramos algunos segundos en aterrizar, en pisar tierra firme. Y ahora sí, no damos cuenta de que el día está perdido. Apenas habrá tiempo para cenar algo, y al sobre de nuevo.
Por eso es importante tener en cuenta la siesta mendocina. Si venís a visitarnos, sabé que, en el horario de la siesta, lo más probable es que la Ciudad esté totalmente parada, como si fuera una cuarentena. Pero serán solo un par de horas. Y la amabilidad de nuestra gente, junto con nuestros paisajes y productos regionales, te harán olvidar lo mucho que nos gusta dormir.
Argentino, mendocino. Licenciado en Comunicación Social y Locutor. Emisor de mensajes, en cualquiera de sus formas. Poseedor de uno de los grandes privilegios de la vida: trabajar de lo que me apasiona. Lo que me gusta del mensaje escrito es el arte de la imaginación que genera en el lector. Te invito a mis aventuras.