¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la sección“Soy un hombre afortunado por poder contar con ambas manos a los que quiero”, escucho entonar a Eddie Vedder mientras escribo. Me detengo a pensar en el primer abrazo que sentí de una amistad y tengo que remontarme a mi época de recién nacida. Mi primo tenía seis meses para aquel entonces y nuestras madres probablemente nunca imaginaron al juntarnos que terminaríamos volviéndonos inseparables.
La nostalgia comenzó a visitarme seguido y me hace alternar entre pasado y presente a través de los recuerdos. La palabra pandemia sigue resultándome de ciencia ficción y muchas veces me visualizo descubriendo que todo esto era una mala película hollywoodense. Hoy se cumplen cuatro meses desde que Argentina comenzó su cuarentena y nuestras vidas de alguna forma quedaron pausadas.
En Paraná, mi ciudad natal y en la que resido, tuvimos pequeños atisbos de libertad que se vieron perjudicados recientemente. Cuando creímos comenzar a encontrar la salida, un brote de COVID-19 nos recordó que no va a ser tan sencillo. Un día estábamos respirando nuevamente al lado del río y al otro tuvimos que volver a hacernos compañeros de las paredes frías. Nunca me llevé tan bien con la incertidumbre, sin embargo, ya se volvió parte de la rutina.
El Día del Amigo para mí siempre va a representar una cuestión comercial, como el de los enamorados. En esta fecha del año pasado, mi mejor amiga y yo lo recibimos juntas en un centro cultural. Me sentía afligida por algún mal de amores que no valía la pena y no supe valorarlo suficiente el momento. Hoy daría todo lo que tengo por compartir un recital al lado de ella como solíamos hacerlo. Si bien nuestra relación siempre se trató de algo más virtual porque vivimos en puntas opuestas, necesito escuchar su risa cerca.
La tradición paranaense dicta que, cada 20 de julio, hay que asistir al Parque Urquiza por la tarde. De esa forma, las calles se ven invadidas por cientos de jóvenes caminando hacia la misma dirección con sus mates debajo del brazo. La mayoría de ellos son adolescentes, aunque no hay restricción de edades. Los más grandes les pasamos la antorcha a los más chicos y escogemos otros planes, como los bares o lugares más alejados.
Cuando iba a la secundaria, esa misma actividad la hacíamos durante la madrugada. Nos juntábamos en alguna casa, esperábamos a que el reloj marcara las doce para saludarnos y marchábamos. Aunque cayeran heladas sobre nuestros hombros, los autos ponían la música a todo volumen y se seguía hasta que el cuerpo aguantara. Nos sentíamos hijos del rigor y fantaseábamos con que eso era la adultez, aunque esta diste bastante del escenario ilustrado.
Nos advirtieron que nuestra normalidad iba a desaparecer sin fecha de retorno. Que nuestras costumbres y hábitos se modificarían drásticamente. No obstante, seguimos prefiriendo apagar la televisión antes que creerlo. Podemos adaptarnos a caminar con tapaboca, a mantener la distancia social en el supermercado o a toser en el pliegue del codo. Pero lo que nos cuesta es no apretujar al otro, porque somos seres humanos y somos argentinos.
En mi cabeza, sigo pogueando la sección instrumental de "Present Tense" de Pearl Jam con mi amigo en su casa. Estoy en un show de alguna banda agitando la cabeza con gente que amo. Me quedo tirada en el colchón de un futón hasta el atardecer con mis amigas. Voy con otra a una fiesta de cultura pop a bailar Britney Spears. No me van a convencer de lo contrario. Eventualmente nos vamos a reencontrar y mis abrazos los esperan.
Fecha de Publicación: 20/07/2020
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