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Mirá lo que compré en el subte

En el subte porteño y en la mayoria de los transportes existe una especie que puede ser tan creativa como desopilante: los vendedores ambulantes.

En la fauna porteña, existe una especie que puede ser tan creativa como desopilante: los vendedores ambulantes. Se mueven, principalmente, en el subte. Y por los medios de transporte. Tienen tanta variedad de recursos como de productos.

Biromes, golosinas, medias de nylon, sets de costura, selfie sticks, broches, paltas: la oferta es interminable y, a veces, –hay que decirlo– bastante tentadora. Pero, si la multiplicidad de opciones es llamativa, más lo son las artes que emplean los vendedores.

Está el que ofrece combos: te vende una birome, pero te regala otra, y le añade un cuaderno y una goma de borrar. Otros tienen un nivel de exactitud impresionante para comparar sus precios con los de los comercios: el mismo producto que se consigue entre $22,50 y $27,35, ellos lo tienen a dos por $20. Luego está el transparente, el que jura y rejura que el alfajor o la barrita de cereal que te está vendiendo tiene la fecha de vencimiento impresa en el paquete. E insiste: podemos chequearla.

También hay quienes le encuentran un propósito específico a lo que están ofreciendo: “para regalar, para regalarse” o “para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero”. Otros te dejan sobre la falda su producto, sin que lo pidas y sin que lo notes. Y luego pasan a retirarlo si la tentación no fue tan fuerte como para que lo compres. Finalmente, está el que te alegra el viaje: el que –estéreo al hombro– te vende un CD con 2000 enganchados de música. Y a vos se te escapan unos movimientos y te bajás del subte tarareando bajito.

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