El 23 de junio de 1968, hace ya un poco más de 50 años, ocurrió la tragedia más grande la historia del fútbol argentino (y no me quedan dudas de que también fue una de las más grandes de la historia argentina a secas).
Me estoy refiriendo, como algunos ya habrán adivinado, a lo que se conoce como “La puerta 12”.
En el peor momento de la historia del Monumental, ese fatídico partido entre River y Boca, 71 hinchas visitantes murieron y 113 quedaron heridos y fueron atendidos en diversos hospitales. Un dato que no conocía me asombró por lo siniestro: el promedio de edad de los muertos fue de 19 años. Eran unos pibes.
La tragedia se produjo promediando el segundo tiempo. No termino de entender bien por qué la parcialidad boquense quiso salir del estadio casi en estampida. Inexplicablemente, la puerta que daba a la calle (que ahora se llama “L”), estaba cerrada. La presión de la multitud empujando para salir fue lo que acabo con la vida de estos chicos.
Las causas nunca fueron esclarecidas del todo y el pase de pelota entre la Policía Federal y la dirigencia de River surtió efecto: no hubo ningún responsable. Sí hubo un resarcimiento económico ridículo (que pagaron a medias entre River, Boca y AFA) de menos de 100 mil dólares, un poco más de mil por fallecido. Dos damnificados le hicieron juicio a River por responsabilidad civil y lograron otro pago de 50 mil dólares cada uno.
Pero el juicio penal se archivó sin culpables. Nadie fue preso.
Hay testimonios de la época que hablan de que estaban puestos los molinetes (que se sacan una vez la gente ingresó al estadio, justamente para que no pase esto) y otros, muchos, mencionan una gran responsabilidad policial.
Recordemos que en ese momento Argentina sufría una de las nefastas dictaduras que la azotaron a lo largo de todo el siglo XX, en este caso la de Onganía (el mismo de “La noche de los bastones largos”).
Las palabras de uno de los sobrevivientes me generan un escalofrío, 5o años más tarde: “Con mi primo salimos por la puerta 13, la de River, y vimos cómo la Policía Montada, con enormes caballos, atropellaba a los que querían salir por la puerta 12. Éramos adolescentes y corrimos porque había muchos gritos, y eran tiempos de mucha violencia policial".
Dos dirigentes de River fueron procesados por responsabilidad penal (sospechosos de negligencia), pero la Cámara de Apelaciones dejó el procesamiento sin efecto y la causa fue archivada.
Hasta el año pasado, cuando Boca pidió perdón públicamente por no haber homenajeado ni recordado nunca a las víctimas, ninguno de los clubes mencionó el hecho.
Ya no se puede pedir justicia, pasó demasiado tiempo. Así que, desde acá, lo único que me queda es pedir que por lo menos esos pibes hayan encontrado un descanso en paz.
Hipólito Azema nació en Buenos Aires, en los comienzos de la década del 80. No se sabe desde cuándo, porque esas cosas son difíciles de determinar, le gusta contar historias, pero más le gusta que se las cuenten: quizás por eso transitó los inefables pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Una vez escuchó que donde existe una necesidad nace un derecho y se lo creyó.