La Bonaerense nos salvará del coronavirus

Hace muchos años, al finalizar un recital de riff, Pappo le dijo al público, "Anden con cuidado; hoy es sábado y los azules tienen hambre". Quizá las cosas cambiaron y la "Bonaerense" gloriosa nos salvará del coronavirus...

Vivo en un club. El Hindu, frente a la ruta 202, Don Torcuato, conurbano bonaerense norte. Hoy necesitaba comprar frutas, agua, vino, leche. Y fuí a buscarlos al supermercado chino que está al otro lado de la ruta, junto a la estación de servicio. En el playón estaban parados dos policias junto a una Fiorino. El chofer movía los brazos dibujando excusas que parecían aburrir a los agentes. Veinte minutos después, al salir del super con 5 litros de agua, una lata de duraznos, leche, vino y demás, la camioneta y los policias seguían allí.

Sin recordar el mensaje de Pappo me acerqué

"Buen día oficiales. Quisiera saber cómo hago el trámite para poder llevarle alimentos a mi madre, que es discapacitada". "Documentos". "¿Documentos de quién, de mi madre? No los tengo". "Carlos, llamá al oficial de servicio. Tenemos un NN rompiendo la cuarentena, sin guantes y sin barbijo. ¿Qué hacemos?" "Pero si en la televisión dicen que no es necesario usar...." "Caballero, no hablo con usted. Quédese quieto y en silencio". "Copiado movil" "¿Y que está haciendo el indigente?" "Quiere ir a Vicente Lopez." "Yo no soy un indigente". "Ya me cansó. Le ordeno que se quede quieto". "Copiado. Llévelo a la dependencia o dejelo ir". "Suba al patrullero". "Pero él dijo que... Yo lo único que hice fue preguntarles cómo hacer el tramite...".

"Pensé que se trataba de cieguitos..."

Uno de los policias (me resulta muy difícil decir cual), se me acercó por detrás para persuadirme de que subiera más rápido al patrullero. La bosa con compras se enredó entre sus piernas, golpeó el zócalo del auto y la botella de vino se rompió. "Pero ¿qué hace? ¿Está loco? Encima quiere que lo procese por daños a la propiedad policial?... A usted no le importa nada de nadie... Súbase, que ya me cansó". Y ahí fui, con la bolsa de las compras, en cana.

Miré el interior del patrullero y sentí el mismo espanto que cuando a los cinco años me llevaron al tren fantasma. El asiento trasero habia sido reemplazado por una tabla suelta y con aureolas dudosas. Adentro todo estaba manchado y polvoriento. Y nada, nada, estaba sano o tenia su forma original. Un olor ácido, como a estufa vieja, me hizo lagrimear. Al subirse los dos agentes, las butacas bufaron y el auto se tambaleó

Y acá cómo "La Bonaerense" tiene pensado derrotar al coronavirus

El acompañante sacó un rociador de la guantera, con un liquido rosa y se humedeció las manos. Luego, sin mirar apuntó el pico para atrás y gatilló varias veces. "Se acabó el alcohol en gel, pero el kerosene es mucho mejor. Esto si que mata todo."

Entré a la comisaria lagrimeando, con la cara irritada y un asqueroso olor a kerosene. Después de haber firmado un documento que me fue imposible leer, me dijeron que me podia ir. Pero que ellos, por gentileza, me iban a llevar a mi casa. "Muchas gracias, prefiero caminar". "Mire como está, hombre; es un asco. Así no llega ni a la esquina... Ya está. Ahora cumpla con su obligación y quédese en su casa... Vio que todo fue rápido. Acá lo único que hay que lamentar es lo del tintillo (recordemos que se me rompió la botella de vino al entrar a la patrulla). Si señor. Lo del tintillo es una lástima... A ver... antes de irse, deme las manos que se las vuelvo a rociar, así el efecto le dura todo el día".
Lo miré, recordé a Sir Alexander Fleming, inventor de la penicilina, y le dije mientras acercaba las manos: "Me hace un favor oficial... ¿no me deja en una estación de servicio que vendan kerosene?"