Los clubes de fútbol son ni más ni menos que eso: clubes. Clubes de barrio. Y, entre los clubes de barrio, por supuesto, siempre hay pica. De allí que los clásicos del fútbol argentino –de los equipos grandes, medianos y chicos– siempre convivan en el mismo vecindario: Independiente y Racing, Newell´s y Central, Estudiantes y Gimnasia, San Lorenzo y Huracán, Brown y Morón, Talleres y Belgrano, ¿River y Boca?
El superclásico –como no podía ser de otra manera– también tiene su origen en una disputa entre vecinos: River Plate tuvo su primera casa en La Boca. Años después mudó su estadio al barrio de Núñez, pero se llevó consigo la rivalidad con Boca Juniors.
Hoy, los hinchas de River y de Boca proliferan en todos los puntos del país: los límites del barrio se extendieron, pero la pasión continúa intacta. Porque los colores de una camiseta despiertan eso que no se explica, eso que nos hace gritar, llorar, amar y odiar, todo al mismo tiempo. En Núñez, en La Boca, o donde sea que nos convoquen.
¿A qué se debe? A la esencia misma del potrero, de la pelota en la vereda, del barrio. Por eso es que no importan las grandes marcas, las grandes estrellas, los millones de pesos o la TV codificada. El amor por nuestro club viene del barrio, de la génesis de nuestra propia niñez, de nuestro propio ser. Y así es: incondicional, irracional y hermoso.
Los colores del barrio
La mística del club se vibra tanto adentro como afuera de la cancha. Y si hablamos de un club cuyo barrio respira los colores de la camiseta en todas sus esquinas, ese club es Boca.
En "La República popular de La Boca" como se la conoce, todo tiene que ver con el equipo. No hace falta estar en las cuadras que rodean al estadio, en todas las calles del barrio podemos encontrar los característicos azul y amarillo, el escudo en todos los murales, los exteriores de las casas pintados con gigantografías de Diego Maradona, Palermo, Riquelme...
Esta zona es tan particular en la cultura porteña que ni los turistas se la pierden. Los extranjeros no solo se limitan a conocer la épica "Bombonera" o los lugares turísticos como Caminito o el puente de La Boca, si no que disfrutan de los potreros, los bares improvisados en las veredas o, simplemente, son felices observando los murales.
La mística en el barrio se puede sentir, sobre todo, cuando hay partido. Con o sin público, cuando juega Boca de local se vive un ambiente festivo y las calles se llenan de hinchas con camiseta tomando mate o cerveza, entusiasmados por el encuentro.
La calle Irala -a metros de Parque Lezama - se corta por una cuadra para que grupos de amigos y familia se junten el bar llamado "La previa de Hernán". Como su nombre lo indica, es un bar informal que da a la calle en donde se hace "la previa" del partido. Es decir, los hinchas se juntan en esa vereda a cantar canciones de cancha y a tomar algo. Los más fieles, además, se quedan para ver el partido en la tele que presta el mismísimo Hernán generosamente para que nadie se lo pierda. Para la ocasión, además, los vecinos cuelgan banderas de Boca en toda esa cuadra y cada hincha que se acerca puede participar poniendo la suya.
Otra imagen muy común en el barrio es la de los micros estacionados en doble fila con banderas saliendo por sus ventanillas. Son los micros que traen a los xeneizes residentes de otras provincias que quieren presenciar el evento bien de cerca.
Si se juega de noche, el estadio de Boca brilla con una iluminación especial de color azul y amarilla. Son luces que no se prenden el resto de los días, demostrando, una vez más, cómo la fiesta se hace sentir en el barrio.
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