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Mundial Qatar 2022. Un madrugón que se convirtió en pesadilla para Argentina

En la Capital Federal, muchos ritos y actos cotidianos se vieron afectados por el horario del primer match contra Arabia Saudita, una jornada con euforia inicial y un silencio atronador. La crónica de Ser Argentino.

La mañana del martes 22 fue la contracara de las tradicionales jornadas laborales, una madrugada donde muchos cambiaron sus costumbres y conductas para poder seguir en vivo todas las instancias del partido. Muchas confiterías y bares, entendiendo que había una necesidad de acompañar a los hinchas en ese inoportuno madrugón, abrieron cerca de las seis de la matina para poner a funcionar las cafeteras, sintonizar los televisores colgados de alguna esquina estratégica, mientras las camionetas con las medialunas recién horneadas aterrizaban como refuerzo en ese operativo mundialista. Las calles porteñas ya a las cinco de la mañana mostraban más acción de lo habitual, esperándose un bloque de silencio con nulos movimientos en la vía pública llegado el inicio del esperado partido.

Acostumbrados a baldear o higienizar las veredas algunos minutos después de las seis de la mañana, la mayoría de los encargados de edificio iniciaron ese compromiso higiénico en calles y avenidas mucho antes para liberarse a la hora del partido, permaneciendo en sus domicilios hasta el final del partido cerca de las 9. Los paseadores de perros brillaban por su ausencia y los puestos de diarios iniciaron sus repartos, entendiendo que a la hora del duelo entre argentinos y árabes, la mayoría ya tendría sus periódicos en casa para acompañar el arranque del sueño blanquiceleste en Qatar. A diferencia de las tórridas madrugadas de las últimas semanas, el centro porteño amaneció con muchísimos jóvenes portando la nueva camiseta de la selección, pero cubierta con una campera o pulóver en la cintura, en respuesta a los 14 grados que había cuando arrancó el partido en el estadio Lusail.

Las frecuencias alteradas y los gritos de aliento

Las frecuencias de los principales colectivos mantuvieron su regularidad de turnos hasta las 06.30, momentos donde en las principales cabeceras los empleados decidieron frenar la salida de unidades hasta el entretiempo del duelo futbolístico. La principales calles de la zona céntrica lucían despobladas y poco bastó para que algunos transeúntes pusieran dos pulóveres en cada vereda para armar los arcos y jugar en plena Corrientes un picado con la gente del lugar. Segundos antes de las 7, el tránsito se detuvo a niveles inéditos y los cambios de semáforos parecían una cadencia de luces que todos miraban hipnóticos ante la ausencia de autos circulando a esa hora. Bastó que el árbitro diese el pitazo inicial, para que la gente en sus balcones iniciara los primeros gritos de aliento, instantes donde los escasos conductores estacionados en algún lugar hicieron sonar sus bocinas alentando al equipo blanquiceleste.

Menos de diez minutos después, la euforia se apoderó de las calles cuando el árbitro le concedió un curioso penal a los argentinos, que Lionel Messi convirtió con un suave disparo a la derecha del arquero saudita. Gritos en todas las ventanas, eternos bocinazos de los autos y escasos colectivos circulando, se sumaron a las icónicas bubuzelas que sobrevivieron a anteriores mundiales, generando un clima optimista y triunfal apenas arrancado el duelo. Bastó que llegaran las tres anotaciones del equipo argentino anuladas por el VAR, para que todas las gargantas mutasen esos gritos iniciales de felicidad por un sinfín de insultos para aquellos ubicados en la cabina de control deportivo, espacio donde se encargaron de mostrarle a la gran hinchada blanquiceleste, que el equipo de Scaloni quedaba atrapado en la gran telaraña del offside que tan bien ornamentó el equipo árabe para controlar a su oponente. Con el escaso 1 a 0 a favor, los hinchas aprovecharon el entretiempo para ir al baño, reponer alimentos en los sectores de observación y acomodar algunas cosas para el segundo tiempo. Había un moderado optimismo por el score, pero la exigua diferencia hacía invisible ruido mental en todos los hinchas sudamericanos.

Los goles rivales llenaron de silencio la euforia inicial

Tal como suele ocurrir en todos los mundiales donde participa el equipo argentino, esos momentos del partido donde las cosas no salen bien y encima el rival las capitaliza con goles en la valla local, el silencio en las calles, balcones y ventanas fue demoledor, generando una película magnética de seres incapaces de manifestar su desazón con algún tipo de sonido. Con el 2 a 1 favorable a los sauditas, algunos simpatizantes iniciaron esa secuencia de cánticos o gritos alentando a la blanquiceleste, pero en cada contragolpe del rival de Argentina, los mismos se esfumaban como fantasmas aterrados. El firme paso de los minutos encontró la misma escena, excepción hecha sobre el extenso descuento que el árbitro concedió al final de la segunda etapa, donde los argentinos soñaron con un gol que al menos les reportase un empate en ese deslucido comienzo. Faltando pocos minutos para el pitazo final, algunos hinchas dieron por entendido que no habría reversión en ese angustiante resultado, finalizando su presencia en bares, restaurantes y confiterías que se hallaban abiertas para presenciar el debut argentino. Con el resultado puesto, el ruido de las calles lo proporcionaron los colectivos, que antes del final del duro duelo, ya habían recuperado sus frecuencias de servicio en las calles de habitual recorrido cotidiano.