¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Jueves 26 De Enero
Vemos las noticias internacionales y nos encontramos con ciudadanos asustadísriimos porque tienen que convivir con índices de inflación anual de uno, cinco, ¡siete por ciento! Y es entendible: para quien está acostumbrado a pagar exactamente lo mismo por el mismo producto o servicio durante años y años, que los precios vayan aumentando, aunque sea tan solo unos centavos, es desestabilizante.
A los argentinos —con todo respeto— nos dan entre risa y ternura las reacciones desmesuradas por unos puntos mínimos de inflación. Nosotros, que estamos acostumbrados a hacer equilibrio en una cornisa, que vivimos haciendo malabares, que resucitamos una y mil veces de nuestras propias cenizas, que tenemos la capacidad de adaptarnos a prácticamente cualquier circunstancia, que trepamos de los pozos más profundos, que nos caemos, nos levantamos y seguimos. Nosotros que sobrevivimos a todo, como podemos, pase lo que pase, sobrevivimos.
Nacer en la Argentina nos da una cintura, una batería de recursos ilimitados y una versatilidad que difícilmente puedan adquirir quienes llegan al mundo en países algo más estables. Hoy que convivimos con un ochenta y pico por ciento de inflación interanual (de nada sirve poner números exactos porque, para cuando estés leyendo esto, seguramente ya se haya incrementado), podemos decir que hemos desarrollado una serie de estrategias para hacerle frente, con las que bien podríamos dar un curso o una masterclass sobre el tema para quienes están comenzando a adentrarse en el maravilloso mundo de la inflación.
Para retratar estas estrategias con las que los argentinos intentamos combatir los embates del aumento constante de precios, la fotógrafa Irina Werning decidió captar en imágenes distintas situaciones que grafican lo que implica vivir en la Argentina hoy.
Ganadora del World Press Photo, la fotógrafa llevó adelante un ensayo fotográfico —en colaboración con el Centro Pulitzer— en el que plasma las consecuencias que tiene la inflación en el funcionamiento diario de la sociedad argentina.
La primera foto de Werning muestra el contraste entre el Barrio 31 y las altas torres de la Ciudad de Buenos Aires, para representar estos dos mundo tan distintos y tan cercanos. De acuerdo con la fotógrafa, que además es economista, la inflación es un impuesto regresivo para los pobres. “A largo plazo genera pobreza y desigualdad. El rico se hace más rico porque puede comprar dólares, criptomonedas, sacar la plata afuera, aumentar los alquileres si tiene propiedades… Pero la gente pobre no tiene herramientas para protegerse y termina pagando precios más altos porque no tiene movilidad para ir a comprar a un mayorista, no le sobra plata para comprar varios productos iguales si ve un descuento ni puede pagar en cuotas con tarjeta”, explica.
Esta imagen muestra a un padre llevando en bicicleta a sus hijos y busca apuntar al cambio de hábitos de consumo al que se ven obligados los argentinos debido a la pérdida inevitable del poder adquisitivo. De esta manera, mantener un mismo nivel de vida se hace imposible y las personas buscan alternativas más económicas a, por ejemplo, el auto.
En la foto se ve cómo dos mujeres (amigas de Werning) se sorprenden con el monto del ticket del supermercado. Con los precios aumentando cada día, es muy difícil saber qué es caro y qué es barato. Por eso, otra de las prácticas que llevan adelante los argentinos tiene que ver con comparar costos en distintos comercios antes de hacer efectivamente una compra, además de ir detrás de los descuentos que ofrecen los diferentes supermercados, que van cambiando de acuerdo al día de la semana y al medio de pago que se utilice. “Es muy ineficiente tener que ir a cinco negocios distintos por baterías, pero es inevitable para sortear lo que se pueda la inflación”, señala la fotógrafa.
“¡No estás loco!, ¡los productos se encogen!”, se titula Werning esta imagen que deja al descubierto una de las prácticas a las que recurren las empresas argentinas para “engañar” a los consumidores: en vez de aumentar los precios, reducen el tamaño y bajan la calidad. “Los grupos de consumidores lo critican mucho porque es un cambio de precio sin informar y que no está a la vista del consumidor, lo que les impide tomar una buena decisión”, comenta Werning.
En la Argentina, llegamos al punto de que el material con el que están hechas las monedas vale más que su valor nominal. La imagen muestra al marido de la fotógrafa — con el pantalón caído, porque la inflación nos deja desnudos— empapelando una pared con billetes de diez pesos. “Cinco metros con billetes cuestan 5.100 pesos, frente a los 6.500 pesos que cuesta la misma superficie en vinilo”, señala la fotógrafa.
Fecha de Publicación: 11/12/2022
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