“Ya está, ya está” fueron los primeras palabras que captaron las miles de cámaras de Lionel Messi. Argentina obtenía la tercera copa mundial con su liderazgo y un juego asombroso de la Pulga. Eran dirigidas a su familia. Eran para sí mismo. Un deseo cumplido por el cual luchó y perserveró durante una carrera irrepetible en los anales del fútbol. La meta dorada del muchacho de Rosario que viajó de niño a Barcelona, que se inyectaba solo los complejos vitamínicos de adolescente, y que pese a que acumulaba balones de oro y diademas, era resistido por sus propios compatriotas. Uno que es tan grande que en vez de exigir reparaciones históricas en estos momentos de gloria máxima, conquistar para su país después de 36 años el máximo título del deporte más popular del planeta, clama que disfrutemos y demos las gracias. Gracias, Messi.
Yo he visto jugar a Messi. Eso dirán los millones de seres humanos que compartieron la línea temporal con Lionel Messi, que ostenta el impresionante récord de más de 800 goles en mil partidos oficiales. Una de las marcas fantásticas por nombrar nomás, como que fue el único jugador en la saga de los mundiales que hizo un gol en todas las fases que jugó su selección, ahora en Qatar 2022. Que ya había avisado la dimensión homérica en un torneo infantil en Balcarce, cuando convirtió 15 goles en 6 partidos, en 1998. Leyenda desde el debut en Barcelona en 2004. Que hizo que cuando cualquiera anhelaba comprar una camiseta, sean argentinos, españoles, chinos o sudafricanos, elegían la 10 de Leo. Pueden parecer números pero cambiaron la vida de muchas personas. Entre ellas las de Enzo Fernández y Julián Álvarez, que se inspiraron para jugar a la pelota en Messi, y hoy son campeones mundiales junto al 10. Porque Leo, inspiró e inspira miles de sueños.
¿Puede contener un jugador la historia del fútbol argentino? ¿Puede portar un sola zurda el hambre goleador de Stábile, el sacrificio de Labruna, la finta de Moreno, la estrategia de Di Stéfano, la potencia de Rojitas, la enjundia de Kempes, el pase milimétrico de Bochini, el lujo de Riquelme y el barrilete cósmico de Maradona? Puede. No exageramos. Messi representa una tradición que aúno la habilidad técnica con la exigencia física, la fantasía con el nunca bajar los brazos. La fe en lo que hacés. La nuestra de Menotti y Bilardo. Incluso si los de adentro pocos confían. Incluso más se hincha el pecho Leo con la celeste y blanca en esos momentos.
Justamente en las malas sale en él el orgullo y la pasión que rema en dulce de leche y tiende la mano pese a las diferencias de la cuadra. Si se inunda, se inunda para todos, ese es el mensaje. Messi demostró con la actitud y un discurso coherente, que evitó en lo posible la confrontación, venga de donde venga, que es mejor construir que destruir. Claro que es humano, que puede aparecer un “qué mirás, bobo”, que tiene sangre en las venas. Pero es humano Leo, nunca disimuló la humanidad, ni cuando ejecutaba goles que ni los equipos de efectos especiales podían replicar en los videojuegos, y eso lo hace infinitamente elogiable. Nunca fue un personaje mediático ni se lo comió la figurita. Messi siempre estuvo cerca.
¿Puede contener una persona las virtudes del ser argentino? Messi demostró a fuerza de trabajo y voluntad que los objetivos, aunque sean muy lejanos, logran cumplirse. Sin importar la cuna, la edad y las presiones. Ser Messi obviamente es una carga que pocos podrían soportar. Un traje de plomo que impone resultar el mejor las 24 horas. A eso Leo respondió con perfil bajo, concentrado en su arte y el trabajo, lejano a los chisporroteos, tentaciones y grietas que se le aparecieron casquivanas. Refugiado en los valores que aprendió en la niñez de Rosario, en las tardes de familia y amigos, y que enseñaron que nadie crece solo. Que nadie se salva solo. Que un gesto a tiempo, que la palabra justa y sincera, el abrazo y una lágrima en común, importan más que los brillos circunstanciales y el dinero. Que el éxito es convivir con el otro, creer en que te levantas mañana, ayudar a mejorar a los demás. Así se hizo la Argentina. Hoy Messi lleva esa bandera.
Muchos se habló de Maradona con respecto a Messi. Diego será un amor eterno de los argentinos. Innamovible. Pero Leo es otra cosa. Camino que el mismo futbolista, que a los 35 años despliega un nivel de pocos antecedentes en cualquier disciplina, con supina inteligencia aclaró una y otra vez. Con similar habilidad que demostró en los estadios, aún ostenta el Guinness de goles en un año, más que Cristiano Ronaldo, 91 en 2012, Messi por personalidad y trayectoria vital es un ejemplo del Deporte Internacional. Trabajo más genio es Leo. Que el tenista Andy Murray se pregunte si nuestro compatriota es el mejor deportista de todos los tiempos o que el basquetbolista Lebron James, astro multicoronado de la NBA, posteé simplemente “Messi”, ponen la vara muy alta para todo y todos. Leo es un espejo, una vez más, para construir.
Imágenes: Télam
Periodista y productor especializado en cultura y espectáculos. Colabora desde hace más de 25 años con medios nacionales en gráfica, audiovisuales e internet. Además trabaja produciendo Contenidos en áreas de cultura nacionales y municipales. Ha dictado talleres y cursos de periodismo cultural en instituciones públicas y privadas.