Ver cómo un avión despega o aterriza es algo que no todos experimentamos a diario. Por eso, no es de extrañar que nos llame la atención cuando presenciamos uno de esos momentos en vivo y en directo. Pero en Argentina siempre vamos un paso más allá, y convertimos la curiosidad en un plan para el fin de semana.
Basta con darse una vuelta por la Costanera para comprobar cómo familias enteras se acomodan tras el cerco de Aeroparque –totalmente equipadas con reposera, mate y bizcochitos– para disfrutar del show gratuito sin moverse de la ciudad y dándole la espalda a la otra atracción que reúne visitantes por esa zona: el Río de la Plata.
Alguien dijo que volar es el sueño de los hombres y los pájaros enfermos. Tal vez por eso el avistaje de aviones tiene una magia difícil de explicar, sobre todo para los más chicos: es ni más ni menos que la magia de volar, de despegar del suelo y flotar.
Es, también, tratar de comprender cómo alguien pudo haber materializado semejante invento y cómo alguien más es capaz de hacerlo trasladarse por el aire. Sin lugar a dudas, de esas salidas a la Costanera los domingos a la tarde nace más de un pichón de piloto: entre mate y charla –quién te dice– el nene encuentra su vocación.
Licenciada en Comunicación Social y correctora. Nacida y criada en el oeste del conurbano bonaerense. Sagitariana, vegetariana, crossfitera y viajera. Estoy convencida de que, con las palabras, podemos hacer magia. Pasen y lean.