El más grande, también fuera de la cancha

La cara de Roger Federer debe ser más conocida que la del Papa Francisco. En el mundo del tenis, sin dudas. En el Abierto de Australia, primero del año y uno de los 4 Grand Slam del circuito, en donde el suizo ganó 6 veces, más aun. Y aun así, está lejos de la prepotencia que podría tener de no ser un correctísimo ser.

El caso es que el número uno del tenis mundial, intentó entrar al vestuario sin su credencial. El custodio de la zona tan delicada, no lo dejó. Sin dudas que lo reconoció, pero las normas de seguridad dicen que nadie entra al vestuario de jugadores sin credencial. Roger El Grande, el caballero, supo que el que se equivocó fue él. Esperó a su coach, que tenía su credencial y recién ahí pudo ingresar al vestuario, sin dejar de sonreir.

Yo creo que cualquier tenista argentino hubiera hecho lo mismo. El tenis de elite es un deporte de caballeros y de gente educada. Ellos mismos saben lo sagrado del vestuario y que las reglas son para cumplirse.

La anécdota no es interesante meas que para preguntarnos qué hubiera hecho el argentino promedio antes la misma situación, aún siendo un pelagatos desconocido.

Si coincidimos en que hubiera reaccionado con prepontencia, es hora de repensarnos como sociedad, no? Y de empezar a imitar a los grandes.