¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónMi prima es española. Hace unos años, en un diciembre caluroso, estaba de visita en Buenos Aires. Entre todos, pensábamos en el menú para la cena de esa noche. Ella, ilusa, propuso pastas. Escandalizados, los primos argentinos le dijimos que cómo se le ocurría comer un plato tan pesado con el calor que hacía. Nuestra contrapropuesta, por supuesto, fue asado. Nos parecía lo más natural. El mejor plan.
Fue entonces cuando mi prima utilizó la lógica donde, para nosotros, rige la pasión: “¿Hace calor para comer pastas, pero no para prender fuego y estar parados al lado de las brasas?”. Exacto, prima. Así como lo decís. Porque, en Argentina, cualquier día es bueno para hacer un asado.
Con calor, con frío, hasta con lluvia. De día o de noche. De a muchos o de a pocos. Programado o improvisado. Variadito o simple. Lo importante es el ritual, lo que sucede alrededor, la magia del asado. A pesar del calor de las brasas, del olor a humo, de que a veces demore más de lo esperado. A quien viene de afuera puede resultarle extraño en un primer momento, pero le cuesta solo un instante entenderlo. Si no, pregúntenle a mi prima.
Fecha de Publicación: 19/04/2018
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