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El anfitrión de la casa de Diego

Ariel García salvó de la demolición la casa de Maradona en Villa Devoto, y no solo eso: la abrió para que los hinchas pudieran disfrutar de la final contra Francia en ese lugar tan especial.

Argentina, no lo entenderías. Qué difícil es explicar lo que genera el fútbol por estas tierras. Situaciones de lo más insólitas, desmesuradas e ilógicas tienen lugar sin que a nadie le llamen demasiado la atención. Por lo menos, no a quienes nacimos, nos criamos y vivimos en este país que nunca deja de sorprendernos.

Y, si la que sale a la cancha es la Selección argentina —y si lo que se juega es un Mundial—, los límites de la locura se extienden infinitamente. Como la locura de este hombre, que se compró la casa en la que vivió Maradona para que no la demolieran y la abrió a quien quisiera acercarse a ver la final de la Copa del Mundo de Qatar allí mismo, con el espíritu de Diego flotando en el aire.

El hombre es Ariel García, un empresario que ofició de anfitrión para una multitud de extraños que, ese mediodía del domingo 18 de diciembre de 2022, se sintieron como amigos. 

La casa de Villa Devoto

Corría el año 1981 cuando Diego Maradona decidió regalarles una casa a sus padres, con el dinero que había adquirido luego de su pase de Argentinos Juniors a Boca. Ubicado en el barrio porteño de Villa Devoto, el chalet de la calle José Luis Cantilo al 4500 tenía tres pisos, ladrillos a la vista, 700 metros cuadrados techados y 500 de espacio exterior. Un sueño para esa familia humilde de Fiorito en la que el destino había hecho nacer al mejor jugador de fútbol de todos los tiempos.

El mismo Diego vivió un tiempo allí antes de mudarse a su histórico piso localizado en Segurola y Habana, por lo que no es errado decir que algo de su esencia puede haber quedado entre sus muros. 

Fue por ese motivo que Ariel García no dudó un segundo en actuar, cuando se enteró de que la casa iba a ser demolida. Inmediatamente, se puso en contacto con el empresario inmobiliario a cargo de la operación y le prometió que le alcanzaría una seña tan pronto pudiera. Con un préstamo de un amigo, pudo frenar lo que, para él, hubiese sido una tragedia.

Finalmente, junto con sus hermanos Diego y Damián, completó la compra por un valor de 900 mil dólares, en el mes de noviembre de este año. Las llaves de la propiedad llegaron justo antes del partido contra México, a partir del cual la Selección no paró de acumular victorias. Creer o reventar.

Asado, mate y batucada para una final inolvidable

Al comprar la casa, las intenciones de Ariel no tenían que ver con mudarse allí junto con su familia. Desde un primer momento sabía que era un lugar especial, destinado a honrar la memoria de Maradona y a estar abierto para todos los argentinos. Si bien aún no terminó de definir cuál será la forma que tomará ese homenaje, sabía que el hecho de haber adquirido el inmueble justo durante el Mundial era una señal de que algo tenía que pasar allí.

Por eso, decidió abrir la casa y, junto con su familia, ofició de anfitrión para aquellos que quisieran vivir la final de la Copa del Mundo desde allí, en el mismo lugar desde donde Diego se asomó a celebrar el campeonato obtenido en 1986.

La única condición que puso fue que nadie podía ingresar con alcohol. En cambio, ofreció a sus invitados agua, gaseosas y 200 kg de carne, que salió de la parrilla en forma de sándwiches. En la previa, los mates y las medialunas hicieron de la jornada un típico domingo argentino en familia.

En los techos de cada ambiente, globos con helio celestes y blancos le daban marco al evento, en el que también corrieron por cuenta del anfitrión la seguridad y la limpieza. La batucada, los cantos y la algarabía —en cambio— corrieron por cuenta de los invitados.

Poco a poco, la gente fue ocupando sus lugares, alrededor de una pantalla gigante ubicada en el jardín. Muchos de ellos eligieron mirarlo directamente desde adentro de la pileta. Y la tarde terminó como todos esperaban: con la Argentina campeona del mundo y una explosión de emociones difícil de explicar.

Y con Diego, mirando desde el cielo a su país disfrutando de la misma alegría que él le supo dar.  

 

Imágenes: Infobae

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