De chico lo esperamos al lado de la parrilla, viendo cómo los mayores lo hacen. Ávidos de aprender, de que llegue el día en que te encomienden a vos hacer el asado. De adulto llega el momento, te hacés cargo de la parrilla y sos el responsable de aportar esa vieja costumbre argentina. Ya de adulto mayor, lo esperás en la mesa, quizás un poco cansado de esa rutina tan pero tan reiterativa. Aun así, el asado del domingo en Mendoza no se negocia.
Cuando la familia tipo está unida: padre, madre y dos hijos menores. Cuando la familia tipo está un poco renga porque sus hijos han emigrado y el síndrome del nido vacío empieza a aflorar. Cuando una familia que no es la modelo, o la que todos imaginan de pequeños, está sentada a la mesa. Cuando un amigo o una amiga de tus hijos asiste a la mesa porque se quedó a dormir la noche anterior. Cuando tenés que comer rápido porque empieza el partido a las 14. Cuando no tenés mucha hambre porque la picada estuvo mortal. Cualquiera de estas situaciones puede darse, pero el asado, el domingo, va a estar siempre sobre la mesa.
Caprichos y concesiones
La del asador es una tarea brava. Sobre todo, si este se propone complacer el gusto de todos los comensales. Así, deberá sacar algunos cortes más tempranos que otros, sirviendo la carne más seca o más cocida, según las pretensiones.
Las ubicaciones en la mesa también son un tema de debate. El asador, en la punta. Así marca la tradición, para que esté más cómodo al momento de hacer el ida y vuelta con la parrilla. Y el resto de los lugares deben respetarse de igual manera. Si viene un hijo que hace mucho que no come en casa, más le vale que se siente donde lo hacía antes y no ocupe el lugar de su madre. Esta puede explotar. Lo mismo para el amigo del hijo adolescente, quienes se acaban de levantar y asisten a la mesa pidiendo el desayuno, obteniendo un chorizo y una morcilla como si fueran el café con leche.
Los infaltables
El asado se acompaña sí o sí, por tradición, con ensaladas, pan y vino tinto. Nada de eso debería faltar sobre la mesa. La ensalada típica, la mixta, nunca falla: tomate, lechuga y cebolla. Pero existen variables. Entonces una tía que viene hace mucho quiere quedar bien y cae con ensalada de remolacha, otra de choclo con zanahoria y una Waldorf. Del pan no hay mucho para decir. A lo sumo, que sería bueno servirlo recién sacado de la parrilla, con un leve tostado. Mientras que el vino debe servirse solo, sin soda, a lo sumo, con hielo.
Terminado el almuerzo, la mesa empieza a descomprimirse. Los comensales se levantan, los dueños de casa y algún invitado educado ayudan a retirar la vajilla y, así, el domingo está hecho. Ni lentos ni perezosos, los adultos de la familia se retiran a la habitación, es que tienen 2 horas de siesta por delante.
Argentino, mendocino. Licenciado en Comunicación Social y Locutor. Emisor de mensajes, en cualquiera de sus formas. Poseedor de uno de los grandes privilegios de la vida: trabajar de lo que me apasiona. Lo que me gusta del mensaje escrito es el arte de la imaginación que genera en el lector. Te invito a mis aventuras.