Del “Es un gordito” y la bravuconada argenta

Hugo Orlando Gatti. “El Loco”. Uno de los mejores arqueros que dio este país. Para Horacio Pagani el mejor. Aunque imagino que ese es otro de sus trasnochados dichos para levantar el rating. Tenía muchas cualidades, sin dudas. Cosas de Amadeo Carrizo, como el jugar adelantado, el estar asi siempre bien posicionado y saber jugar con los pies. El apodo de “Loco” se lo ganó en River cuando salió un par de veces jugando con los pies muy lejos de su área, eludiendo rivales. Cosa que el paladar negro de “la Belgrano media” nunca le perdonó a pesar de que no le marcaron en contra por esto. Sí por jugar adelantado. Es que no era Amadeo. A veces tenía que volar para sacar alguna pelota y Amadeo eso no lo necesitaba casi nunca. También los unía el bajar la pelota de un corner con una sola mano, a veces delante de la cabeza de algún rival. Más de una vez ya en Boca lo vi llegar hasta mitad de cancha eludiendo rivales. Normalmente terminaba en una habilitación a un delantero pero “El Loco” no era gil; si la veía complicada la tiraba a afuera. La gente de Boca lo amó y la verdad es que su estilo era más para la pasión boquense que para el paladar millonario. Tribunero y todo.

Afuera de la cancha también es un crack. Todo el año luciendo una melena rubiona, tostado, fachoso. Siempre con Natacha, su señora, bancándolo y sumándole glamour por si fuera necesario. Es un canchero pero de esos que te bancás porque es buena onda. Siempre fue de declarar explosivo. Siempre dijo que fue el mejor de todos. Yo no se si era auténtico o si buscaba prensa después de haber abandonado el fútbol. Pero sus declaraciones siempre fueron polémicas.

Aun no se había retirado y era el guardavallas de Boca cuando Diego Maradona asomaba en la primera de Argentinos Juniors con escasos diez y siete años. Diego ya la rompía, obvio. Llegó a primera y no decepcionó. Sus primeros partidos fueron letales para los rivales.

El gordito asesino

Cuestión que se enfrentaban en la Bombonera y unos días antes del partido “El Loco” tuvo la desafortunada bravuconada de decir que Diego era “un gordito” cuando le preguntaron si lo preocupaba enfrentarlo. En esa época todavía Maradona no era el bocón que fue poco después y le contestó de la mejor manera que tuvo de hacer las cosas en la vida: le hizo cuatro, en la cancha. De tiro libre al ángulo, eludiéndolo, de cerca, de lejos. Le hizo lo que quiso. Una cerrada de upite monumental como correspondía. Hugo Orlando se llamó a silencio después de eso, lógicamente. El Diego algo tibio dijo.

Mal argento

Somos bravucones. En la calle, en la cancha, en todo. Una pena. Una costumbre de mierda porque la violencia no conduce a nada. No conozco un tipo que haya cambiado de opinión después de recibir una piña. Somos primitivos. Primates que creemos que todo se puede resolver a golpes. Así andamos de femicidios. Con uno de los índices más altos en el tema que ninguna marcha ni ley (muy mal hechas, obvio) pueden detener. Es que la solución al problema está en nuestras manos paradójicamente. En manos de los hombres que tenemos que hacernos cargo de enseñar a nuestros hijos y a quien toque que la violencia es inviable. Contra las mujeres más pero contra otros hombres también.

Es algo hasta antiguo. No somos más los guapos ni los cuarteadores del bajo de Buenos Aires de principios de siglo veinte. Ojo que en el campo no andan tan lejos aunque son tremendamente más sensatos y equilibrados que los porteños. Y más humildes. Y mejores personas. Y... jajjaja. ¿Se nota que pefiero a la gente del interior?

Tenemos que reflexionar profundamente sobre la valentía verdadera. Quitarle la parte del complejo de inferioridad que nos lleva a necesitar destacar, ser “un varón”, o el más guapo del barrio. La violencia no es valentía. Creo que está más cerca del miedo. Pensalo, gordito...

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