¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónYa desde la época del 1 a 1 (en los años 90', un peso argentino equivalía a un dólar), los argentinos adoptamos una costumbre para nuestros viajes: el shopping desmesurado. Si bien esta práctica es común en turistas de distintos orígenes, aquí ha evolucionado hasta convertirse, con frecuencia, en el único motivo del viaje.
No es exagerada esta afirmación. En grandes ciudades del mundo en las que abundan los estímulos de todo tipo, museos, estadios deportivos, monumentos, barrios históricos, los argentinos dedicamos tiempo a hacer compras. A encerrarnos en cuatro pareces y techos brillantes para llenar nuestras valijas de ropa para todas las temporadas. Y hasta estamos dispuestos a pagar el sobrepeso del equipaje en los aeropuertos internacionales a causa de estos "atracones". Es común ver en las salas de embarques a familias enteras de argentinos colocándose ropa innecesaria ens u cuerpo para llevarla puesta y zafar lo más que se pueda de pagar de más. Por momentos, ni siquiera sabemos si necesitamos esa cantidad de ropa o si solo nos dejamos obnubilar por los bajos números y por la sed de pertenecer, de aparentar una calidad de vida que no nos representa realmente, pero quizás esa sea una reflexión para otro momento.
Volvamos a lo nuestro. Del idílico Miami (y su fiel compañero, Disney en Orlando) de la decáda del '90 pasamos al más cercano Chile, en los últimos años. El espíritu es el mismo. Nos vamos a comprar ropa a Chile para abaratar costos de pasajes y reducir los tiempos. Un saltito a la cordillera, y listo: ropa en cantidades y a precios indignantemente más bajos que acá. La tendencia es tan fuerte que hasta los paquetes turísticos apuntan sus promociones en ese sentido: fin de semana de compras en Chile. Nada de recorrer, nada de conocer, nada de ceviches ni de pisco: shopping y punto. Acumulación de gente en espacios cerrados, gritos de desesperación por las rebajas y hasta, lamentablemente, robos de celulares y billeteras a quienes están muy concentrados en sus compras y distraídos con sus pertenencias.
Más allá de que volvamos felices a casa del país vecino por aprovechar la oportunidad y explotar nuestras valijas de ropa nueva y barata, esto provoca un efecto colateral de pérdidas en nuestra industria textil, que ni la financiación en cuotas ni las promociones logran combatir. Y no olvidemos que no pasa solo por una cuestión de cuidado del mercado interno y la economía: miles de familia en toda la Argentina dependen del ingreso de sus negocios de ropa. No hablamos necesariamente de grandes marcas con miles de sucursales, pensemos en los pequeños comercios a la calle cuyo costo de mantenimiento es inmenso por mano de obra, alquiler del espacio, reformas, habilitaciones. Al mismo tiempo, también se alimentan muchas bocas por las grandes etiquetas, porque emplean a varias personas para la atención al cliente tanto en shoppings, como en aeropuertos o locales en avenidas.
Como contra argumento, se podría esgrimir que aquí los precios son exagerados, y se podría decir que en algunos casos eso es real. Muchas veces no deseamos (o no podemos) pagar el dinero que pretenden por una remera y, además, genera resentimiento saber que "acá nomás" se puede conseguir lo mismo a un precio cinco veces menor. Sin embargo, la disyuntiva que se nos presenta es elegir fomentar el consumo interno o ir por lo que nos beneficia a nosotros mismos. Como siempre, la alternativa es entre lo que nos conviene a todos o lo que me conviene a mí. Y tu próximo jean puede hacer la diferencia.
Fecha de Publicación: 19/04/2018
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