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Creencias populares: la ojeadura, parte 1 

Los bebés santafesinos suelen sufrir de la ojeadura. No cualquiera sabe curarla. 

Hay una costumbre argentina que no me gusta. Pero está muy arraigada, sobre todo en el interior, y es absolutamente real. Quizás a mí no me guste por convicciones religiosas o espirituales, pero no niego la veracidad de toda una tradición: la curandería. Los curanderos o curanderas realizan trabajos muy específicos para aliviar ciertos males que solo ellos pueden sanar. Hablamos de dolencias como el empacho y la ojeadura. 

La ojeadura es una de las supersticiones más arraigadas en zonas rurales, sectores periféricos de las urbes y pequeños poblados de nuestro país. Esa mirada fuerte que provoca daño es una creencia que tiene sus antecedentes europeos, según testimonios de investigadores. Algunos, incluso, dan una serie de recetas para conjurar el poder de aquellas personas que tienen esa energía negativa en la mirada. Los estudiosos del Siglo XVI arribaron a la conclusión de que el vicio fascinador de los brujos se debía a la colaboración del diablo, que las brujas tenían doble pupila en la misma órbita (única manera de tener tanto poder en la mirada) por lo tanto debía evitarse mirarlas fijamente. Tanta divagación intelectual tenía un trasfondo religioso, que llegó a nuestras costas con el desembarco de Cristóbal Colón en 1492.  

Retomaremos este repaso histórico en una segunda entrega, destinada a profundizar el origen de la ojeadura. Por ahora, sigamos desmenuzando en que consiste esta práctica “medicinal”.  

Como decíamos al comienzo de la nota, no cualquiera tiene el conocimiento necesario para curar males como este. Los curanderos, y eso es lo que no me gusta, tienen fórmulas secretas para sanar. No como la medicina “formal”, cuyas técnicas están a la vista de todos. Pero ese es otro tema. Vamos a ver, a continuación, una “receta” que encontré para curar la ojeadura. Seguro hay muchas otras, según cada tradición curanderil. 

¿Cómo se cura? 

Para saber si alguien ha sido presa del Mal de Ojo, se procede de la siguiente manera: se sienta al “ojeado” frente a un plato con agua y se dejan caer unas gotas de aceite en la misma. Si el aceite se disgrega en pequeñas gotas el veredicto es clarísimo: esa persona está ojeada. Para curarla, de inmediato debe hacerse un brebaje con tres dientes de ajo pelados, miga de un pan y dos litros de vino. Todo esto se cocina hasta que hierva y espese al punto de poder usarlo como un emplasto. La mezcla se coloca entonces sobre el pecho del enfermo y este recuperará el vigor. Se supone que uno de los efectos de la ojeadura consiste en “enfriar” la sangre del ojeado, quitándole la energía, produciéndole sueño y abulia, además de la consabida mala suerte. 

Según la creencia, un defecto en la vista, por ejemplo, ser bizco o estrábico, es un signo claro de ser portador de esta mirada nefasta. Pero también puede hacerse mal de ojo cuando la mirada expresa amor o admiración elocuentemente. Por eso, ciertas madres cuidan de no exponer sus hijos a miradas curiosas. “No me lo ojiés” o “te lo van a ojear”, se escucha. 

Por supuesto que la realidad desmiente toda lógica de estas creencias. Se imaginan que los actores, actrices, vedettes, cantantes, o personas expuestas a la admiración masiva encontrarían en algún momento algún portador de la mirada fascinadora y les causaría un daño enorme porque éste actuaría en el anonimato. 

El conocimiento de estas manifestaciones folclóricas permitirá sin dudas conocer los intrincados vericuetos del pensamiento popular influenciados, la mayoría de las veces, por conocimientos previos del orden del pensamiento mágico. 

No te pierdas la parte dos de esta nota, para conocer más sobre el mito de la ojeadura. 

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