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Che, nos tenemos que juntar

Los santafesinos tenemos dificultades para decir que no a las propuestas de actividades sociales. Organizamos supuestas reuniones que nunca se concretarán.

Es tal el nivel de sociabilidad que tenemos los santafesinos que no sabemos decir que no esas veces que, en el fondo, estamos hablando de reuniones que no se van a concretar.

“Che, ¡a ver cuándo nos juntamos!”, “dale, yo te estoy llamando”, “tenemos que comer un asadazo”. Son todas mentiritas que soltamos con facilidad en esas conversaciones personales que tenemos, a diario, con compañeros de la escuela, del trabajo o con esos parientes que no vemos todos los días.

Lo que nos pasa a los santafesinos es que, técnicamente, no nos cuesta mucho juntarnos. Salvo Rosario, que ya posee una dinámica más similar a la de Buenos Aires, el resto de las ciudades y pueblos santafesinos comprende dimensiones pequeñas, y todos nos movemos en radios geográficos reducidos. Las juntadas salen en el día. Nos encontramos casualmente con un amigo y, ahí, al toque se puede organizar una peña para esa misma noche.

Creo que nos aparece como una culpa cuando propiciamos un diálogo con alguien durante un rato. Si la charla, ya sea por un tema laboral o en un encuentro callejero casual, duró más de cinco minutos, surge algo adentro que nos hace tirar la falsa propuesta: “Che, tenemos que avisarle a Fulano y Mengano y juntarnos una de estas noches”. Y ahí viene la clásica respuesta, que es ¡aún más mentirosa!: “Dale, yo te estoy llamando”. Le aseguramos al tipo o a la mina con la que hablamos que vamos a hacer algo, mientras ya sabemos que no vamos a cumplir la promesa.

Nadie se ofende por estas situaciones. Es parte de la forma de ser de los santafesinos, cordiales, buena onda. Que la relación interpersonal no decante en reuniones nos parece feo. De alguna manera, siempre tenemos latente la esperanza de compartir lindos momentos.

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