La variable del español que usamos en el reino de Córdoba ya lo demuestra: en estas tierras contamos con habilidades infinitas para crear e imaginar. Estos cordobeses son un ejemplo claro de la versatilidad llevada a lo material. Se trata de una pareja de viajeros que decidieron hacer de las tres R un hogar. Con Reciclaje, Reutilización y Reducción hicieron una casita de pallets. Sebastián Espina y Candela Blanca Díaz tuvieron las ganas de establecerse en un lugar, luego de viajar por mucho tiempo. Viajaron durante muchos años en bicicleta desde Alaska a Ushuaia. Con un alma viajera activa, un cuerpo en movimiento constante y una imaginación imparable, comenzaron su proyecto. La intención que tienen es seguir practicando el nomadismo, conociendo lugares y compartiendo aventuras. Pero, esta vez, con una sede para las paradas técnicas. Por eso, crearon un espacio en Alta Gracia, Córdoba, donde puedan hacer base mientras estuvieran en Argentina.
Esta pareja de jóvenes tenía un lote y un presupuesto acotado, que tampoco interesaba mucho. Porque la magia de construir su propio espacio venía con las ganas de trabajarlo con sus propias manos. Sin embargo, Sebastián es abogado y Candela profe de matemáticas, rubros que no tienen mucho que ver con la arquitectura. Pero el desafío siempre motivó a estos viajeros, este nuevo proyecto implicaría lecturas eternas y diversas instancias de formación en una nueva materia: la construcción.
Filosofía de vida
"Al principio habíamos elegido el barro. Leímos libros, hicimos varios cursos, armamos planos, pero el 2015 fue un año de muchas lluvias y, si queríamos seguir con ese método, teníamos que aplazar la construcción un año más", cuenta Sebastián. "En el proceso de búsqueda de materiales alineados a la filosofía de las tres R -reducir, reusar, reciclar, Leave no Trace y upcycling- descubrimos que la industria automotriz de Córdoba utiliza pallets de una medida muy conveniente para construir mediante el sistema balloon frame, o bastidores de madera".
En poco menos de dos años levantaron, sin ayuda de nadie, una vivienda de dos plantas. De un aspecto único, en el medio de un bosque nativo tupido y con el amor que solo ellos dos saben tener en sus proyectos. Para el proceso, aprovecharon algunas habilidades para el dibujo técnico y se apoyaron en libros sobre autoconstrucción. Finalmente, con la construcción terminada, procedieron a bautizarla: “Casa Casera”, sería el nombre del refugio eterno de estas almas aventureras. Este espacio se consolidó más que como una casa, con simples habitaciones, más que una estructura de madera. Es el resultado de una búsqueda personal y una comprensión holística de la vida, esa que entiende al ser humano como parte de un todo. "Somos conscientes de que la duración de esta casa sea probablemente menor a la de una de mampostería, pero creemos que las unidades habitacionales en general terminan siendo modificadas por obsoletas o con fines decorativos, y demolidas al cabo de una o dos generaciones. No esperamos que Casa Casera dure más que nuestra existencia. Por eso está hecha de materiales que, una vez cumplida su función, volverán a la tierra, en forma de abono".
Creatividad al pallet
"La casa demandó cerca de 100 pallets y más de 100 fenólicos obtenidos de cajas en las que la misma industria importaba repuestos. Los desarmamos junto con las cajas, tabla por tabla, y reutilizamos hasta los clavos que uno por uno fuimos enderezando. Esos pallets de distintas maderas, especialmente de pino, eran revendidos como scrap y medían 2,20 x 3,1 metros. Estaban hechos con madera tratada contra insectos y bien estacionada, por lo que nos evitábamos el problema de que fuera atacada o deformada. Con las tablas hicimos la cobertura exterior: piso, cielorraso, mesadas de cocina, barra y muebles, e incluso los tirantes del techo, clavados y encolados para llegar al largo necesario. En cuanto a aberturas, sanitarios, revestimientos y equipamiento, recurrimos a demoliciones y compraventas, también amigos y conocidos que nos regalaron rezagos de sus propias obras o remodelaciones. En la cocina, los muebles bajo y sobremesada son de placas mdf de segunda mano. Salvo las chapas, la aislación y el revestimiento de placas de yeso, el resto de los materiales son todos reusados".
Sin formación, pero con dedicación
"No somos arquitectos, pero nos animamos a construir. Yo cursé tres años de un colegio secundario con título de maestro mayor de obra, algo de dibujo técnico entendía. La idea era hacer algo que no nos gustara mucho, cosa de que no quisiéramos quedarnos, pero nos enamoramos desde el primer pilote clavado en el suelo. Primero dibujamos el plano de una cabaña de tres por seis, pero el famoso 'ya que estamos' nos llevó a proyectar 54 metros cuadrados cubiertos y 18 semidescubiertos. Decidimos armarla sobre 45 pilotes hechos con postes de tendido eléctrico en desuso, y así evitamos los movimientos del suelo en un lote con ciertos desniveles”.
"La obra tomó un año y medio. Candela y yo hicimos absolutamente todo: desde los pilotes, la instalación eléctrica, agua y cloacas hasta la calefacción, e incluso el cerco perimetral de piedra, donde probablemente se note más nuestra falta de conocimientos. Fue una experiencia increíble. Cada pequeño avance lo vivíamos como una obra terminada, y cuando terminaba el día de trabajo, mientras nos íbamos, volteábamos a contemplarlo con una sonrisa de satisfacción. Tiene miles de pequeños defectos, pero también los tienen las viviendas construidas por terceros. Lo bueno de la nuestra es que conocemos cada uno de ellos y también sabemos cómo repararlos".
Argentina, nacida en Córdoba. Investigadora en el área de lingüística. En formación constante sobre las Letras y sobre la vida, gracias a la Universidad Nacional de Córdoba. Mis experiencias en viajes me llevaron a aprender cada vez más idiomas y querer conocer diversas culturas desde adentro. Pienso en la escritura como una herramienta para transformar el mundo y volverlo un espacio justo y equilibrado.