¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónTomar un café es un hecho en sí, pero tiene toda una connotación. Hay fanáticos del café, quienes conocen las técnicas de tostado de los granos de café, saben la temperatura que tiene que tener el agua y, difícilmente, se tomen un instantáneo. En el otro extremo, hay quienes toman un café por el solo hecho de reunirse con alguien, conversar y pasar un buen momento. Para estos últimos, el café al paso es el mejor.
Se trata de un carrito que es tirado por una moto o un vehículo utilitario adaptado para la ocasión. Los trabajadores madrugan, cargan una batería de termos con leche y otros tantos con café. Sin embargo, sobre estos últimos hay que poner la lupa. Es que muchos, entre risas, se refieren a ese café (poco espeso) como el famoso “té de medias”.
A los termos se le suma una enorme caja plástica con tortitas raspadas, pinchadas, con chicharrón y facturas. Servilletas, azúcar y no mucho más. Algunos suman la opción de sanguches de fiambre, aunque eso ya es un lujo. Así salen los cafeteros al paso, hacia los diferentes puntos de venta.
No deben confundirse los bicicafés con los café al paso. Si bien el producto es similar, le servicio difiere un poco. Además, los primeros suelen moverse solamente por el microcentro, mientras que los segundos se instalan en toda la provincia. Puede ser una esquina urbanizada o un punto transitado. Pero, también, el café al paso puede instalarse al costado de la ruta donde, lejos de quedarse sin clientes, la demanda crece porque suele ser el único lugar para desayunar en varios kilómetros a la redonda.
Los puntos de venta son fácilmente identificables. Un cartel de fondo negro escrito con tiza mojada señala el “Café al paso”. El problema surge cuando se quiere exhibir el precio y los otros productos que también se ofrecen. Es que el espacio no alcanza, y comienzan a escribirse las letras pequeñas y las abreviaciones mal hechas. En este mismo sentido, los errores de ortografía están a la orden del día. Pedir la tilde sobre la “e” de la palabra “café” es un capricho. Pero, sin ir tan lejos, en más de una ocasión se ha ofrecido “café al pazo”, por desopilante que parezca.
Más allá de la cartelería, un café al paso se puede identificar porque, generalmente, hay una mesita con los termos apoyados y una camioneta vieja y mal pintada estacionada en el lugar.
Los clientes son variados, de todo tipo. El café al paso no distingue raza, poder adquisitivo ni profesión. Uno podrá encontrar el CEO de una multinacional compartiendo un café con el albañil de la obra que está a la vuelta. Todos conviven e intercambian chistes y experiencias de ocasión. Aunque las charlas de no más de 10 minutos (lo que tarda en enfriarse el café) son las que más abundan. Lo que hicieron el fin de semana, el partido del domingo, la telenovela, las decisiones políticas, el dólar y frases como “así anda el país” o “y… por lo menos” son lo que más se comenta en este contexto. El precio en genaral es accesible.
Fecha de Publicación: 13/09/2021
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