Cuando llega la hora de tomarnos vacaciones, a veces nos gusta intentar cosas nuevas: cambiar el destino de nuestro viaje, visitar nuevas ciudades, probar nuevas experiencias. Sin embargo, así como lanzarnos a la aventura puede ser muy estimulante, volver a los lugares donde fuimos felices también lo es. Tal vez por eso, aunque a veces nos hagamos los viajeros internacionales, siempre que podemos volvemos a la costa argentina. Una quincena, una semana o tan solo un par de días: no importa el tiempo que tengamos, lo importante es poder poner los pies en la arena, acomodarnos en la reposera y dedicarnos a dejar que pase el tiempo, pero con vista al mar. Y, por supuesto, repetir los mismos rituales que venimos haciendo desde que tenemos uso de razón, esos que heredamos de padres y abuelos. Esos que nos hacen sentir que estamos en casa.
Las vacaciones en la costa están llenas de pequeños rituales que repetimos año a año y nos confirman que las cosas más lindas de la vida son, muchas veces, las más simples. Veamos algunos de ellos.
1. Las rabas con fritas
No es que en casa no podamos comerlas, pero las rabas con fritas en la costa son todo lo que está bien en el mundo. ¿Es sano? No. ¿Es recomendable? Para nada. Pero ¿quién nos quita semejante placer? Lo ideal es comerlas en algún parador de playa, a medio vestir, y acompañadas de una cervecita fresca. Echarles mucho limón y entregarnos al disfrute. He visto gente que dice no comer pescado dejando la vida por una raba.
2. Los juegos de mesa
Las vacaciones traen tiempo libre para compartir con la gente que queremos. Y es entonces cuando se arman guerras casi a muerte entre nietos y abuelos, entre cuñados o entre amigos. Escoba de 15, truco, generala, damas, bingo... cualquier desafío es digno de ser afrontado. Quienes tienen casa en la costa, muchas veces, dejan allí los juegos para usar cada temporada. Eso hace que, con los años, se vayan perdiendo fichas, cartas y distintos elementos. Pero nada de eso importa: se juega como se puede, con lo que se tiene. Otros directamente los cargan en el auto desde casa para poder utilizar las horas osciosas para jugar (y competir) en familia o entre amigos.
3. El mate con churros
La combinación más perfecta para las tardes de playa nos trae una felicidad tan indescriptible que ni cuando los comemos con un poquito de arena pierden el encanto. Armar el mate, levantar la mirada y divisar al churrero a lo lejos, que se acerca a nosotros con el manjar más preciado, es uno de los momentos más esperados de las tardes de playa.
4. Los picaditos
Entre amigos, con extraños, acordados previamente o improvisados: los picaditos a la orilla del mar, descalzos y con unas prendas de ropa haciendo las veces de arco son una de las actividades más esperadas del verano. Más de uno se siente Messi haciendo la pretemporada, ¿o no?
5. La birra al atardecer
Cae el sol, guardamos el mate y llega lo mejor: la birra fría, en la playa o en algún balcón, con maní, papitas y, si somos muy afortunados, algún quesito con salame. Es casi como si el verano hubiese sido hecho para ese momento en el que, antes de bañarnos, nos regalamos ese pedacito de cielo solo para nosotros.
6. Los asados
Al mediodía o a la noche, acotados o exagerados, el asado casi diario es un lujo que solo nos damos cuando estamos de vacaciones. Porque nos lo merecemos. No importa el precio de la carne, si hay que salirse del presupuesto, que sea por un buen asado.
Licenciada en Comunicación Social y correctora. Nacida y criada en el oeste del conurbano bonaerense. Sagitariana, vegetariana, crossfitera y viajera. Estoy convencida de que, con las palabras, podemos hacer magia. Pasen y lean.