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Un poema de verano de Fogwill

De los escritores más influyentes argentinos, narrador, ensayista, polemista, nunca dejó de ser un gran poeta. Una lírica acuática que inunda los rincones de la literatura como máquina de guerra.

Quienes conocían a Rodolfo Fogwill sabían de su amor por la natación. Solía nadar horas y horas, piletas y piletas braceando el todo y la nada de la vida, como el personaje de John Cheever.  Liberal despiadado, lector voraz, Fogwill ponía en la coctelera la tradición, desde Jorge Luis Borges a Néstor Sánchez, con la literalidad brusca de la experiencia, como solamente antes había coqueteado castigado Roberto Arlt. Por eso Fogwill será siempre joven. Y será inimitable. Porque en su prosa supo conjugar a la poesía en espesor que suena a polvo y desesperación, humor y terror, desprecio y ternura.  Pegadito a Néstor Perlongher y Osvaldo Lamborghini.

Fino y descarnado crítico del imaginario de la clase media, otra vez Arlt, su programa literario dispara bang, bang, estás liquidada, alta suciedad,  “Una poesía explosiva: etarra, ética, poéticamente equivocada…Todo comienza y nace de una necesidad fraguada en la lengua. Falsifiquemos el deseo:  Te necesito nene.  Para empezar te necesito” Fogwill.

Fogwill, el poeta

Como tantos otros escritores, Borges mismo, o J. J. Saer, Fogwill nunca dejó de escribir poesía. "El efecto de realidad" de 1980, que publicó Tierra Baldía, fundada por el mismo escritor y su debut literario mientras trabajaba en el mundo publicitario y de marketing -que nunca abandonó-, y "Partes del todo" y “Lo dado”, poemas de 1985 a 2000, fueron publicados en paralelo con grandes novelas como “Los Pichiciegos”, "Vivir afuera" y "En otro orden de cosas".

Escogimos algunos versos desacatados, cargados de ideología y múltiples niveles de lectura y escritura como de costumbre en el autor de “Muchacha punk”, y que se inspiraron en la selección para un amigo preso en 1982, hijo de un marino mercante. El tema era el mar y entregaba Fogwill semanalmente en la cárcel versos de Baudelaire, Mallarmé y Valéry.

Un cara poca conocida de poeta ésta de Fogwill para seguir descubriendo más en “Llamado por los malos poetas” y  “El antes de los monstruitos”, “En un país donde debe haber miles y miles de poetas publicando, ser uno de los diez que publica cobrando ya es un logro, “-el imprescindible y varias veces puesto en escena- “Contra el cristal de la pecera de acuario” es una cagadita, pero bueno, es lo que pude. Yo no sé si Borges, al cabo de su vida, pudo estar satisfecho con cinco poemas de él. De él, que sabía leer, ¿no? Por ahí la culpa es mía y me sobrevaloro por tener una deficiente lectura. Él leía mejor que yo, pero yo veo mejor que él”, sonría con malicia a Federico Bianchini de la revista Letras Libres, meses antes de fallecer en 2010. Un poeta repugnante y acuático para tiempos repugnantes y acuáticos. ¿Jamás sabremos nunca?

Dicen de Fogwill

“En sus poemas interrumpidos por historietas súbitas, busca la idea mallarmeana de contigüidad: lejos o cerca del hilo conductor latente, sabe favorecer el trabajo de la concomitancia de dos fenómenos extremos que parecen fundirse: el verso libre y el poema en prosa. A esto debo agregar otra apreciación del propio Mallarmé: “Las palabras, en la poesía se reflejan unas sobre otras hasta perder su color propio para no ser más que las transiciones de una gama”. Y más aún: precisiones que el poeta va insinuando: su maestría no podía ser otra que la del estímulo, la de la sugerencia y no la del mandato. Pero es preciso que atendiéramos y volviéramos a capturar, acaso críticamente, estas utopías realizables: que la poesía no existe; que el alma es un nudo de ritmos; que el verso se halla en cualquier parte en que la lengua tenga ritmo; que en el género llamado prosa también existen los versos, a veces admirables, en todos los ritmos -sostenía Antonio Carrera en el prólogo de los Poemas Completos de Fogwill, editada en 2016 por Alfaguara- Pero es la prosa la que no existe: existe el alfabeto y después, versos más o menos ceñidos, más o menos difusos. Cada vez que se produce un esfuerzo de estilo existe versificación” Versos libres, lengua sucia y rastrera, nunca desleal ni deshonesta, lengua viva, esa que deslumbró a este cronista en un encuentro de poetas en Rosario en 2008, Fogwill recitando, y que vuelve y vuelve. Como el mar.

“Versiones sobre el mar” de Fogwill en “Partes del todo”. Buenos Aires: Editorial Sudamericana. 1986.

A Héctor Viel Temperley

“El mismo mar nos pierde; nos encuentra y nos pierde. Tema de las olas se arman, desobedecen, las crea el viento -¿su amor?- y se derrumban para volver a armarse con restos de olas anteriores, idénticas. Historia de amor: la planicie del mar, el viento que la oprime, y todo se levanta para perderse. Y todo tiende a disolverse contra una línea de aguas eternas y sol dilapidado llamada mar. Mar: abundancia de sinsentido humano. Alegorías: mostrar que desde un fondo de mar, marino, vendría la vida. Marina, salina, inmensidad de fuerzas paralizadas. Heráldica: mar inorgánico, mar vegetal, mar animado, mar que envejece en este cuadro. Y mar inmotivado con sus señales y sus sueños. Y mar inmóvil. ¿O no habría un culto de mar, marino...? ¿Con animales que se nutren de su ausencia abisal...? Nutriéndose de aplicaciones y explicaciones humanas ¿algo se impregna con sabores humanos? Tus manos: ¿traen sabores de mar prohibidos para evocar la prohibición de amar a una materia que se descompone? Cuerpos y ondulaciones de esos cuerpos marcan su breve descomposición. Y sus formas anuncian nuestra leve recomposición. ¿Amar...? Sí: y en ese mar perderse. Llamar perderse a un extravío: mar amarillo, mar amariconado, la mar. La amarga superficie que nos refleja y nos revela plegándose sobre sí, sobre nos. Nuestra pluralidad: en nuestra singularidad plural construimos el nombre mar y el mar para sumarnos a la menuda sociabilidad de sus playas: arena política y falso mar rozando la desnudez de nuestras pieles politizadas. Pieles politizadas, pechos maternos, ceños paternos, ojos policiales, brazos humanos, mano pesada: indispensable, histórica. Como los cuerpos: piesecillos pulidos por el canto de las arenas -roce social- cuerpos sumidos en algún sueño de perfección, sueños marinos, arena temporal, señuelos de una muerte por derivas solares, cierta y a espaldas siempre del mismo mito. Muñón marino, piel depilada, piel lubricada para la humillación solar, ¿y habrá un culto de mar, solar?  Hagiografías urbanas: pieles de bronce, sonar del bronce de las pasiones chicas y por la gloria. Fraternidad urbana: ¿humana o mera imitación de un mar igualitario y dependiente? El mar semeja, el mar conduce, el mar identifica, el mar es un Estado de la materia. Y el mar crece con la acumulación de poemas de mar. Pero jamás conocerás tu verdadero mar: lo que difiere de los usos humanos del mar. Ni agua es su solución salina. Solución final: el mar, sin tiempo, acumuló en sus aguas todo el naufragio del universo. Y el mar, sin ti, es el naufragio del universo. Y el mar, sin textos, sería la espuma de un instante. Mirá: el mar, ¿no era el reflejo de aquel sol entrevisto mientras la olas reventaban contra tu cuerpo atónito...? ¿tras los cristales de la espuma...? ¿bajo su manto azul verdoso que se tornaba espuma, ex agua...? Tu exigua escritura: ¿verías esa mirada o azul o verde, esa mirada falsa bajo el disfraz verdadero de las espumas...? Impresionante, che. 'Y oral: todo es ficticio en un poema sobre el poema. Y nada en el poema nada. Y en un poema nadas porque todo es oceánico en un poema de mar. ¡Si el mar es solo intermitencia de los cultos humanos! Y los cultos...¡Piden que el mar occidental sea el sí de los hombres rendidos a sus orillas! ¡Pueblos en bajamar! ¡Patrias perdidas en lo oceánico, en el osea del sentido! Vayámonos, perdámonos así en este osea donde no hay mar ni nada: ni vos, ni mar, ni oleadas en tu cuerpo, ni ecos de vagas olas, ni obras que registraron navegaciones interiores, ni vientos que suplieron una apariencia de plenitud. Escuchemos:

hombre

marino

late

tu corazón

y en tu mar padeces el hundimiento de un sueño de intensidad

y en su mar pareces el nacimiento de un sueño de inmensidad

desanudemos:

hombre

marino

late tu corazón

y su pulso marino te suma y te sume en su mar

sumar:

una extensión inalcanzable

una invención inalcanzable

una intención inalcanzable

el hombre flota sobre sí mismo

flota sobre sí

flota

sobre

sí”

 

Imágenes: Ministerio de Cultura  / Biblioteca Nacional

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