¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónAntonio Seguí (Córdoba, 1934) es un artista argentino que traspola de la realidad las situaciones existenciales de la humanidad y nos devuelve un espejo absurdo y paródico que invita a la pregunta y la acción “Corrige las costumbres, riéndote de ellas” parece ser la máxima de un demiurgo que trabaja sus circunspectos hombrecitos y paisajes lunáticos en pinturas y esculturas, varias que ganaron el espacio público, pero que en el grabado centra su producción intensa, tal como quedó demostrado en una reciente exposición en el Museo Nacional del Grabado argentino luego de una década de ausencia en nuestras tierras -la última había sido la exhibición base a su donación de 122 obras al Museo de Arte Moderno de Buenos Aires en 2011 “Hasta hace unos años no había demasiado interés por la obra gráfica en general. Creo que ahora se están abriendo nuevas puertas, que le dan impulso a nuevas técnicas. En algún momento tuve la idea de tener un pequeño museo del grabado, con 30 ó 40 obras, y sacarlas a pasear por los pueblos de Córdoba. Porque ese es el rol del grabado: la difusión, por eso son tan fáciles de trasladar. Es una técnica que democratiza la cultura” expresó recientemente Seguí que vive entre París y Córdoba, y que jamás olvidó sus raíces en las sierras, la infancia con los abuelos, para pintar un mundo.
Sus inicios son en el taller del maestro Ernesto Farina, el notable pintor cordobés de la “Generación del 40”, y un viaje iniciático financiado por la abuela materna, Ana Blasi Mayol, donde descubrió a los grandes artistas en el Museo del Prado y las últimas tendencias, especialmente el abstraccionismo matérico y el informalismo. Vuelto a Córdoba trabaja en el periodismo judicial e inicia estudios de abogacía que abandonaría progresivamente con sus primeras exposiciones en Paideia. De aquel periodo deja huella la militancia en el radicalismo frondicista, no tanto en los temas, sino en un mirada política que es inseparable de su obra “A mí me encanta la política. Pero tuve que elegir entre la pintura y la política y me quedé con la pintura…Por otra parte, así como no entendí cómo funcionaba el medio artístico de Buenos Aires, tampoco entendí como funcionaba el medio político”, recuerda Seguí que se instaló en el ambiente porteño luego de un viaje revelador por América Latina, impulsado por sus amigos latinoamericamos en Europa, y aprende la técnica del grabado en México y Guatemala. Participa de la fundacional muestra de Arte Destructivo junto a Marta Minujin, entre otros, y en la galería Lirolay en 1962 exhibe un serie de quiebre con respecto a los trabajos anteriores, “La familia de Felicitas Naón”, en consonancia a la neofiguración de Jorge de la Vega o Carlos Alonso. Esta serie narrativa dedicada a la decadencia de una familia aristocrática presenta el artista por primera vez, en el marco del expresionismo, las técnicas del pop, la intervención tipográfica y la historieta “A partir de allí planteó con agudeza los diferentes arquetipos sociales o políticos, las circunstancias alienantes de la vida social, del hombre aislado, encerrado y alejado de la naturaleza”, sentenciaba Jorge López Anaya. Con “Autorretrato de las vocaciones frustradas” (1963), premio adquisición por el voto de Jorge Romero Brest para el Instituto Di Tella, actualmente en el Museo Nacional de Bellas Artes, Seguí ajusta cuentas con su historial de militante político en una inmensa tela con su rostro intervenido, y con fechas significativas para el radicalismo como 1905, última revolución radical, y 1935, la vuelta a la elecciones durante la Década Infame. Leída como un cómic, el personaje muta de una actitud combativa, envuelto en un Peludo -así le decían a Hipólito Yrigoyen- a una aligerada figura de mano alzada y rostro borroso.
Viaja a París a fin de año acompañando a su primera esposa, la bailarina clásica Graciela Martínez. Instalado en París en el taller de Antonio Berni, el artistas participa de una bienal parisina y se transforma en un éxito de ventas, coloca 13 de 15 pinturas de la icónica serie Felicitas Naón -una atención del mercado de arte que continúa porque en 2019 vendió en Buenos Aires “Caja de señores” (1963), una de las primeras en que aparecen sus famosos hombrecitos de los veinte de trajes a rayas y sombreros, por 224 mil dólares, y su ubicó en el puesto 12 de los artistas argentinos vivos mejor cotizados detrás de Guillermo Kuitca y Julio Le Parc. En el Viejo Continente explota la madurez del artista que con humorismo, cromatismo brillante y una composición dinámica critica la injerencia del militarismo, las desigualdades sociales y la sociedad de consumo. Allí arranca con las esculturas de hombres y mujeres con prominentes vientres y narices. El clima se enrarece en los setenta con personajes solitarios y animales desamparados, o hombres de espaldas que miran por encima de un muro, por ejemplo con las litografías de la serie “Elefante en las Pampas” (1977) o la serie “La distancia de la mirada” (1976). Se hace más presente el blanco y negro en las figuras aisladas y el uso del carborundum, un técnica de grabado investigada por Tàpies y Miró que permite un estampado veloz y no tóxico.
Desde los ochenta Seguí multiplica a sus personajes en un paisaje urbano desquiciado y amplía sus series gráficas a relieves y afiches. El caos de la multitud y la falta de particularidades, la muerte de la subjetividad, exacerban una tumultuosa e inquietante familiaridad. También su residencia en Arcueil, en los suburbios de París y barrio de su admirado músico Erik Satie, se transforma en un punto obligado de argentinos porque “lo primero que hice en mi taller fue una parrilla; sigue siendo un taller-quincho. No solo compro carne argentina, sino que uso carbón argentino. Es cuatro veces más caro que el francés, pero diez veces más eficaz”, admitía a Celina Chatruc en lanacion.com.ar. Por allí pasaron y cantaron Astor Piazzolla, Atahualpa Yupanqui, Jairo, el Sexteto Mayor, Mercedes Sosa, Horacio Salgán, entre los argentinos, muchos acogidos en épocas duras de la dictadura, y Alejo Carpentier y Marcel Duchamp, entre las leyendas internacionales. Caballero de la Orden de las Artes y las Letras por el gobierno francés, y miembro de la Academia Europea de Ciencias, Artes y Letras de Francia, son algunos de los méritos que reconocen la influencia artística del cordobés. En nuestro país se lo otorgó el Konex de Platino como el más importante ilustrador de la década (2002)
Seguí supera las doscientas exposiciones individuales a nivel mundial, nos representó en la Bienal de Venecia, ganó treinta y ocho premios internacionales, y sus hombrecitos y paisajes urbanos y rurales de la infancia cordobesa, forman parte de ciento veinte colecciones públicas y privadas del mundo, como el MOMA de Nueva York o el Pompidou de Francia. Las series de “La Familia Urbana” se han convertido en hitos urbanos y escultóricos de Argentina, mientras que otras obras similares deslumbran parques y paseos de Colombia, Francia, Italia, Bélgica, Portugal y Marruecos. En Buenos Aires se inauguró en 2011 un gran mural en la Estación Independencia de subterrános, otra de sus intervenciones públicas en murales gigantes como la que homenajea a San Martín en Boulogne-sur-Mer, Francia “ El humor es lo único que nos va a salvar siempre. Espero no perderlo nunca” decía Antonio, el artista que narra las desventuras de los pequeños hombres y pequeñas mujeres hechos a nuestra imagen y semejanza. Cualquier parecido a los cuentos cordobeses de Seguí no es mera coincidencia.
“Creo que la mayor parte de mi trabajo es producto de la memoria de mi infancia; allí está la raíz de mi sentido lúdico y la del humor, en Córdoba. En la revista Leoplan me inspiré para la serie de Felicitas Naón, con la cual participé en la Bienal de los Jóvenes de París, que fue un poco el motor que me dejó anclado en esta ciudad. Más tarde hice la serie “A usted, (que nació)” de hacer la historia y los objetos en tres dimensiones que provenían directamente de la revista Billiken…Digamos que mi alimento fueron las tiras cómicas, las caricaturas políticas de cuando era niño, los almanaques de Alpargatas que traía mi padre ¡y tantas cosas de entonces que me vienen ahora a la cabeza! Y es que en la Argentina nunca fuimos escasos como fabricantes de sonrisas, y esto es algo a reivindicar, porque no debemos apartarnos de nuestras virtudes. ¿Cómo olvidar, además, cuántas veces -Florencio- Molina Campos me hizo soñar?” entrevista de Cristina Cabello reproducida en tiempoar.com.ar
“Antonio Seguí suele articular infinitas combinaciones de pequeños edificios y personajes tragicómicos que parecen zurcidos de un grabado a otro como capítulos de una narrativa mayor. Cuandos los personajes saltan de las obras más complejas y se recortan a sí mismos, tantos en detalles como en soledad, aparecen signados por una entidad existencial. De sus grabados, poblados de personajes y elementos como edificios, animales mutilados y estructuras extrañas, se desprende un vigoroso y virtuoso vitalismo, a veces expresado con una brutalidad grotesca, y otras con una concisa simplicidad… Antonio Seguí suele decir que cada una de sus obras es un cuento, en el que generalmente incluye memorias de su infancia e impresiones de la vida ciudadana, personajes hieráticos -ya sean del tango (N. de R. el artista tiene una serie dedicada a Carlos Gardel) o del folklore argentino- siempre en clave humorística” Laura Buccellato para el catálogo Antonio Seguí Grabados 1996-2010. Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.
Fecha de Publicación: 11/01/2021
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