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14 de junio de 1986: Fallece Jorge Luis Borges. Hay quien le critica a Jorge Luis haber escrito para los eruditos, y a veces lo hacía.

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14 de junio de 1986: Fallece Jorge Luis Borges

Si hiciéramos un juego de asociación libre, ante la consigna “escritor argentino”, probablemente la mayor parte de la gente no dudaría su respuesta: Borges. Eso no significa que todos lo hayan leído o, si lo han leído, tampoco significa necesariamente que les haya gustado. Pero Borges es el paradigma del escritor argentino. Es de esas cosas que no se cuestionan, simplemente se aceptan porque son así.

Entre la biblioteca y las calles del Sur

Hay quien le critica a Jorge Luis haber escrito para los eruditos, y a veces lo hacía. 

Quizás, sería conveniente entender por qué. Borges vivió toda su infancia en el entonces peligroso barrio de Palermo (sobre la calle Serrano al 2135), rodeado de cárceles, compadritos, cuchilleros y demás criminales. Era un niño bilingüe debido a que en su hogar se hablaba tanto inglés como español, corto de vista, y en especial, sobreprotegido por las figuras femeninas que lo rodeaban. Por todo esto, no nos resulta sorprendente que rara vez saliera de la casa.

El tesoro más grande con el que allí contaba era la enorme biblioteca de su padre, donde pasaba la mayor parte de su tiempo leyendo, escribiendo y traduciendo al español varias piezas de literatura de origen inglés. Representó para él un primer refugio, el lugar donde viajar a tierras lejanas y vivir increíbles aventuras. A su vez, Borges se consideraba heredero de dos linajes, dos tipos de ancestros familiares: unos dedicados a las letras, y los otros, dedicados a lo militar. En cuentos como “El Sur” y poemas como el “Poema Conjetural” (1943) es evidente la disputa interna que le generaba al autor sentirse el producto de esos dos ámbitos. De hecho, “el sur” es una constante que aparece en su obra como el lugar donde habita lo criminal, un espacio sin límites claros al que varios de sus protagonistas taciturnos y de clase media alta se sienten atraídos sin poder evitarlo.

Sí, es cierto que nuestro gran autor porteño no podía evitar incluir en sus obras fragmentos en latín clásico, yiddish o francés; o citar grandes pensadores de la tradición filosófica como Frederich Nietzsche y Arthur Schopenhauer; o incluso suponer que el lector es ávido conocedor de todo un corpus literario extensísimo que sólo un ratón de biblioteca como él podría considerar común Pero también él es, tal vez, quien mejor ha representado al compadrito de las orillas, al gaucho suburbano que tanto tuvo que ver en nuestro tango. Después de todo, ¿quién puede olvidar su famosa Milonga para Jacinto Chiclana, llevada a canción por Ástor Piazzolla, y reinterpretada cientos de veces por cantantes renombrados? Nunca se hizo una mejor descripción de un cuchillero. Los cuentos “Historia de Rosendo Juarez” (1970) y “Hombre de la esquina rosada” (1927) nos envían directamente a aquel mundo de hombres rudos, dejándonos con el impacto visual de sus descripciones.

Borges y la mítica Buenos Aires

No podemos olvidar la gran poesía “Fundación mítica de Buenos Aires” (1923), que con un lenguaje mágico nos pasea entre los primeros momentos de la capital argentina y aquellas épocas en las que Palermo era lo opuesto al barrio fashion y comercial que es actualmente. Espero que al compartir con el lector de esta nota los últimos versos de este poema, le nazca la curiosidad de leerlo completo:

“...Una cigarrería sahumó como una rosa
el desierto. La tarde se había ahondado en ayeres,
los hombres compartieron un pasado ilusorio.
Sólo faltó una cosa: la vereda de enfrente.

A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires:
La juzgo tan eterna como el agua y el aire.”

Borges es, sin dudas, el autor argentino más traducido (junto con Cortázar) y el más reconocido a nivel mundial. Es, también, el mismo que fue candidato al Premio Nobel durante 30 años, y nunca lo ganó.

En su cuento “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz”(1974), dice Borges:

Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es.

Sospecho que él lo supo más pronto que tarde. Sospecho que –si hay algo que puede llamarse destino– él lo tuvo claro en sus primeros años de su vida. Esa biblioteca debe habérselo marcado. Borges partió el 14 de junio de 1986, pero sospecho que su legado quedará con nosotros para siempre.

Fecha de Publicación: 16/05/2018

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