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¿Qué leía Victoria Ocampo?

De las mejores lectoras de estas pampas, la infatigable Victoria abarcaba la literatura universal pero mucha literatura argentina. Mucha leída y anotada en su biblioteca, patrimonio universal de los argentinos.

Arte y Literatura
Qué leía Victoria Ocampo

“Hambre voraz” eran las palabras de Victoria Ocampo, a mediados de los treinta, en cartas a Virginia Woolf. Se refería la directora de la revista Sur a sus ansías de leer, de conocer, de compartir. A caballo Ocampo de una fortuna que fue agotando en emprendimientos culturales, y en consolidar su figura de dimensión internacional desde América del Sur, con puentes desde Stravinsky a Gabriela Mistral, la más importante difusora de la primera parte del siglo XX construyó un capital cultural que marcaría indeleble aspectos en nuestra identidad. No es random que el famoso ensayo de Jorge Luis Borges, “El escritor argentino y la tradición”, crucial en considerar a lo argentino informe, contaminado y en movimiento, haya aparecido en la publicación que se discutía en el living de Virginia, la actual Casa de la Cultura de Rufino de Elizalde. Y para entender esta nueva dirección en la cultura, superadora de las discusiones esencialistas y retrógradas sobre el ser argentino, basta una ojeada a la biblioteca en Villa Ocampo. Un Aleph de sentidos autobiográfico de Ocampo que expanden la literatura argentina aún en este milenio.

Recientemente los estudios sobre escritores e intelectuales recae en aspectos antes pasados obviados. Ahora resultan relevantes las correspondencias, un pequeño fenómeno editorial interno con títulos nuevos mes a mes, como el rescate de las anotaciones marginales en los libros. Presentes en las bibliotecas. “Hitler es también historia” anotaba la rabiosa Victoria, en cursivas grandes rojas, disgustada con el análisis de Juan José Sebreli en “Eva Perón ¿aventura o militante?” y, en particular, con la interpretación de la oposición de Ocampo a la Ley de Sufragio femenino en 1947. Victoria que fue sufragista, luego feminista declarada en los diez cuando decide vivir la vida bajo su Propio Cuarto, y que objetó ciega la medida impulsada por el peronismo.

Este libro de Sebreli, junto a muchos más prestigiosos estudiosos de la realidad nacional como Ernesto Sábato, José Luis Romero o Eduardo Mallea, son parte de la biografía en papel contada en los 11 mil volúmenes que se conservaron en la bella residencia de San Isidro. Varios incunables, el más viejo de 1558, las “Oeuvres” de Clement Marot, el primer soneto en francés, y que apenas se salvaron del terrible incendio de 1947. Afortunadamente no se perdieron dos libros dedicados a los tías abuelas, leídos y releídos por la niña Victoria, “Juvenilia” de Miguel Cané y “La vida de Dominguito” de Sarmiento.

Tan argentina, tan Victoria Ocampo

Contrariamente al prejuicio corriente, en la biblioteca de Ocampo abunda la literatura argentina, con gemas en las obras completas de Hilario Ascasubi de 1872. En varias de ellas aparecen comentarios de la autora de “Testimonios”, como en la primera edición de “Fervor de Buenos Aires” dedicado por el mismo Borges en 1923. Demás está decir que un gran porcentaje de literatura argentina gira en torno a los escritores que pasaron por Sur, incluso editados en el sello que financiaba de su bolsillo Doña Victoria. Cuentan Silvina Ocampo, -“Siendo la realidad más fantástica, pura y delicada” en la dedicatoria para “La Furia” de Silvina editada por Sur-, José Bianco, Ezequiel Martínez Estrada, H. A. Murena, Julio Cortázar, Adolfo Bioy Casares, y tantos otros.

Sabido que los grandes amores intelectuales de Ocampo eran Francia e Inglaterra. Como buena representante del patriciado liberal, la biblioteca abunda en obras de los más notables galos, de Baudelaire a Proust, sin dejar el pensamiento contemporáneo en Albert Camus, Simone de Beauvoir y Marguerite Yourcenar y la experimental Nouveau Roman de Alain Robbe-Grillet. Ocampo mantuvo la voracidad intacta a lo largo de los cambios profundos en la literatura francesa de casi un siglo, aunque uno de sus autores preferidos seguía siendo Julio Verne.

Capítulo aparte en Inglaterra son dos escritores, país a quien destinaría en 1947 -¡qué año para Ocampo!- el memorable número triple con muchos autores consagrados, Aldous Huxley, y otros que se reconocerían mucho después, mención a Evelyn Waugh. Varios de estos artículos y ficciones tenían la primera traducción el castellano. Retornando a sus escritores favoritos de la Union Jack, primero D. H. Lawrence, de quien se ocuparía en ensayos y conferencias para las cuales reunió una bibliografía extraordinaria. Del escritor de “Los siete pilares de la sabiduría” tradujo “The Mint”, “El Troquel”(1955), la única versión sin censuras del mundo, relato de las crudas experiencias en la RAF durante la Segunda Guerra Mundial.

Victoria Ocampo, la primera ola

Otro inglés que ocupa el centro de atención de Ocampo es Virginia Woolf. A Borges encargaría la traducción primera en español de “Orlando” y “Un cuarto propio”, salidas del sello Sur. Y con la autora de “Mrs. Dalloway” mantendría una intensa relación, de pocas visitas, pocas cartas, pero de gran efecto en el pensamiento feminista de Ocampo. Junto a la intensiva propagación de las ideas de Woolf y de Beauvoir, y variadas acciones como números de Sur focalizados en las escritoras e impresión de sus libros, Victoria estuvo a la vanguardia de la ola verde. La joven Susan Sontag de “Contra la Interpretación” de 1975 significa una lectura avizora para la Ocampo, de casi noventa, en aquel entonces.

Distintos libros que pueden sorprender se encuentran en los anaqueles de la traductora de Dylan Thomas y Graham Greene. Por ejemplo la extensa bibliografía centrada en Gandhi, con la monumental biografía del hindú de siete tomos editada en 1953 en Bombay. También se halla la de los discípulos pacifistas de Gandhi, hoy relegados, como el italiano Lanza del Vasto. Y finalmente sorprende la ingente cantidad de publicaciones de arquitectura, moda, jardines o artes decorativas. Aunque quien pasee en Villa Ocampo encontrará esta biblioteca aplicada en salones y exteriores, o en los trajes Chanel y Balmain de la anfitriona. Ocampo acompañó y propaló las tendencias estéticas, insistimos como pocos, de todas las artes de la centuria pasada, en Argentina y el Continente.

Y esto aún en los casos que pudiera disentir, publicando el pro-nazi francés Pierre Drieu la Rochelle, o los surrealistas, “la belleza convulsa” repetía contrariada. Sin embargo en el capítulo argentino surrealista resultó decisivo el espacio y la atención que Ocampo dedicó a los escritos originales de André Breton o a los poemas del chileno Vicente Huidobro. Y este rasgo de Ocampo es el mejor legado de la biblioteca. Como cerraba Victoria la edición especial de ensayos de 1971, celebrando los 40 años de la revista, “Seguiremos fieles a nuestra obra: construir puentes entre ésta y otras tierras”. Seguiremos el Hambre de la Biblioteca Universal de Victoria.  

 

Fuentes: Ocampo, V. Woolf. V. Correspondencia. Buenos Aires: Rara Avis. 2021; Montequin, E. Victoria Ocampo. Autorretrato con libros. Buenos Aires: Editor Villa Ocampo. 2023; AAVV Primera antología de ensayos. Revista Sur. Julio-Diciembre 1971. Buenos Aires.

Imagen: Ministerio de Cultura

Fecha de Publicación: 27/05/2023

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