¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Martes 21 De Marzo
Las librerías de la calle Corrientes, particularmente en verano, son una acumulación de viejas y abandonadas bibliotecas en la vereda. Testigos mudos de invisibles lectores de ayer, varadas en el polvo y el silencio, la mayoría presenta un artículo superlativo. Y que despunta iceberg de tótem cultural en el olvido. La Enciclopedia. De esas que se vendían puerta a puerta y quedaban desactualizadas apenas se terminaba de abonar la última cuota. “Lo Sé Todo”, con sus bellas ilustraciones, o la más curricular Salvat, objetos del deseo aspiracional de las familias argentinas medio siglo atrás, languidecen a los rayos del sol. Todos ese saber condensado ya no será nadie. Nadie volverá a navegar por extraños mundos o a conocer las biografías más insólitas. Quizás, su prima lejana internet, con su exceso, accesibilidad y sobreoferta, no motive ese choque sensorial y la pasión por saber todo.
Vamos con una Oda a las enciclopedias, compañeras fieles de tantas horas de verano chicho y sofocante, de la mano de María Negroni.
Poeta, ensayista, narradora, docente, la rosarina María Negroni es autora de libros como “Elegía Joseph Cornell”, “Objeto Satie” y “Archivo Dickinson” -Premio Municipal 2022-, una trilogía rarísima en la literatura local, entendiendo lo raro una subcategoría de lo bello. Negroni en sus más de veinte publicaciones contamina los géneros y transforma la poesía en prosa a cada línea. Incluso si presenta una novela como “El corazón del daño”, si vale el término a este descomunal ensayo sobre la pérdida, la identidad y la maternidad.
Ejerció la docencia varios años en New York, galardonada con distinciones como la Guggenheim o el Konex de Platino, y en la actualidad dirige la Maestría de Escritura Creativa en la UNTREF. “Soy una intrusa, no soy una narradora, soy una poeta”, se define esta escritora que empezó a publicar en la mítica editorial del poeta José Luis Mangieri, Libros de Tierra Firme, en 1985.
Diez años después de la primera edición de 2011, Negroni amplió su gabinete curiosidades en formato libro, titulado “Pequeño mundo ilustrado” Nuevas historias, con la trama fina de una poesía voraz, que se suman a una colección rizomática. Sucesos y hombres, fetiches y objetos maravillosos, Carroll, freak y los autómatas, desfilan en un sendero que posee más peñascos de los que uno se puede imaginar. En el abismo, está la salvación. Borges, aquel “hecho luminoso de la literatura argentina”, ilumina cada una de estas páginas y echa andar la máquina de Negroni, tan imaginativa como la un Hayao Miyazaki latino. A continuación, por la escritora, un homenaje y una contraseña.
“Anónima, hecha de pequeños bloques interconectados como la gran muralla China o el juego Mis Ladrillos, la enciclopedia no es exactamente un libro. Más bien, es "una oferta de cultura para quienes no tienen cultura", una summa de saberes de divulgación, informaciones de segunda mano que se ofrecen, en lugar de los verdaderos bienes culturales, bajo una apariencia de totalidad. Alguna vez, entrevistado por Antonio Carrizo, Borges ironizó: “Creo que las enciclopedias son las mejores lecturas. Sobre todo, para un hombre, digamos, apenas instruido como yo”.
Lo cierto es que el autor de Ficciones vio y utilizó antes que nadie -muchísimo antes de que existiera Internet- el infinito potencial de enciclopedia. En ella, no sólo pudo encontrar biografías exóticas, surfear culturas, multiplicar las interpretaciones de un problema y las citas que podrían ilustrarlo, sustentarlo o desmentirlo, dio también con un ardid para ejercer con disimulo la autoridad e, incluso, la ostentación o la pedantería.
En ese espacio que reproduce, en un formato relativamente portátil, la lógica que gobiernan la biblioteca, encontró un modelo único para leer y escribir. Y también para desenmascarar la radical inestabilidad que atañe a toda relación de propiedad con el saber.
Con este agregado. De la biblioteca y la enciclopedia no sólo interesa la idea de tesoro o archivo, sino también -sobre todo-, su propensión al delirio, cuando la propia razón omnívora que las sostienen empuja el orden al desorden, lo familiar a lo extraño, la regularidad a la excepción. En otras palabras, cuando estas dos instituciones, bajo aparente fachada de amparo y asepsia, se ponen a maquinar dando lugar con inteligencia oblicua que trama relaciones impías y transforma todo en aberración y asombro. No otra cosa son los famosos laberintos de Borges. No otra cosa guardan esas regiones encuadernadas de incertidumbre con su fábrica de sentido insomne y voraz"
Imagen: Pixabay
Fecha de Publicación: 06/03/2023
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