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Ir a la secciónBuenos Aires - - Jueves 23 De Marzo
Hace unos pocos días se inauguró en Los Ángeles el Academy Museum of Motion Pictures con más de 4 mil metros cuadrados limitados a la exhibición, el más grande del mundo destinado al séptimo arte, y un patrimonio de casi 250 mil cintas. Un poco más al sur, en Buenos Aires, funciona otro que atesora 90 mil rollos. Pero totalmente gratuito. Y no solamente eso, sino que único en el mundo tiene la triple calidad, y tarea, de ser museo, archivo y centro de documentación. Contando además que organiza talleres, seminarios y ciclos de películas, varias en estreno. Hablamos del Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken en el barrio porteño de La Boca, Caffarena 51, el primero y precursor público del Continente. En octubre de 2021 celebra 50 años en la preservación, investigación y difusión del arte cinematográfico nacional. Como se proyecta en el acta fundacional suscripta un primero de octubre de 1971, entre objetivos y promesas, representa un bastión de la memoria en movimiento de los argentinos.
De una vida institucional azarosa, de múltiples mudanzas, pronta a una nueva de la sede técnico administrativa de Ministro Brin al 600, en la cual funciona la biblioteca y el depósito, fue el museo la concreción de los anhelos del coleccionista e investigador Ducrós Hicken. Que el cine argentino iniciado en 1896, con una rica historia que va desde la cuna de los primeros cortos animados, Quirino Cristiani antes que Walt Disney, al primer Oscar para una película latinoamericana, “La Historia Oficial” (1985), tuviera un espacio dedicado al resguardo, el estudio y la promoción. Sobrino del gran botánico Cristóbal Hicken, Pablo se apasionó de joven por un medio de expresión que conquistaría al siglo XX, y realiza un histórico documental del Colegio Nacional Buenos Aires, en 1923. Pero sería la investigación y el coleccionismo de los albores del cine argentino, en particular los épicos tiempos del cine silente, su verdadera pasión –además de la vida del General San Martín, de quien realizó la notable serie de cuadros que se conservan en el Instituto Sanmartiniano- Estudiante de pintura con Ernesto de la Cárcova, una de sus obras es parte del patrimonio del Museo del Cine, y recrea un descanso en la terraza del restaurante Spiedo, de calle Corrientes al 1400, durante las filmaciones de “El fusilamiento de Dorrego” de Mario Gallo, una de las primeras películas argumentales locales.
“¿Su origen? Algún recuerdo de la infancia supongo, una de esas ocurrencias de los parientes, pues en vez de obsequiarme para un cumpleaños una panoplia de coracero…me envió un estuche en cuyo interior había una maquinita de cine y algunas películas cortas y coloreadas; un hombre que bostezaba o estornudaba, un zambullidor, y un tren pasando el puente…” decía Hicken a la revista El Hogar en 1948 de su formidable colección que junto a cintas de cine mudo -que luego parte integrarían “Mosaico Criollo”, la primera antología del cine mudo argentino publicada en DVD por el museo en 2008- se expandía a los objetos de la cultura cinematográfica, como una original cámara de los hermanos Lumière. Quien recorra las salas de la muestra permanente “Soñar, soñar”, o visitó algunas de las temporarias, como las recordadas del escenógrafo Gori Múñoz y la guionista Aída Bortnik, o aquella en homenaje a la animación nacional, podrá comprender con objetos y documentos las distintas etapas de la industria. Así aparecen escenografías, maquetas, vestuario, proyectores y moviolas, como guiones, planes de rodaje, fotografías y críticas. Grandes críticos como Jorge Miguel Couselo, primer director del museo, y Domingo Di Núbila cedieron sus fondos y bibliotecas para futuras muestras y análisis, que permiten entender los duros conatos de la censura, o los momentos de gloria con los premios a Leopoldo Torre Nilsson, Leonardo Favio y María Luisa Bemberg. O simplemente para que la máquina de sueños que se prende cuando se apaga la luz de la sala nunca termine.
Fallecido en 1969 Ducrós Hicken, la esposa Jacinta hace efectiva la donación base del museo, y a partir de octubre de 1971 empieza a funcionar en el Centro Cultural San Martín, compartiendo edificio con el Museo de Arte Moderno y el Museo Sívori. El 23 de mayo de 1975 toma oficialmente el nombre de su principal mecenas e inspirador. Desde su fundación hasta 1976, el primer director del Museo fue Couselo, quien fue sucedido por el crítico Rolando Fustiñana (Roland), fundador de la Cinemateca Argentina, y movilizador del cineclubismo, ayer como hoy los amantes del cine esenciales en la familia del museo. Son los tiempos que los militares desalojan a los museos del San Martín, ya que allí funcionaba el Ente del Mundial 78, y el museo del Cine deriva a un edificio, más bien la trastienda, con historia propia en el cine de vanguardia, el Instituto Di Tella. Poco duraría en de Florida al 900 y recala en el ex Asilo Viamonte, antes de que se transforme en el Centro Cultural Recoleta, hasta que con el retorno de la democracia se instala en Sarmiento 2573, antigua sede de la Escuela Carlos Tejedor. Esta precariedad institucional no afecta una tarea sostenida de rescate y promoción, y que tiene repercusión, con las famosas “Noche de Homenaje al Cine Argentino”, que distinguían a las figuras otorgando una réplica en miniatura de la cámara Pathé usada por Gallo, más publicaciones y ciclos; y la adquisición de Sucesos Argentinos, el noticiero cinematográfico que entre 1938 y 1972 fue la semblanza –oficial- de la Argentina.
En los noventa se proyecta el Polo Sur Cultural, una propuesta que aún persiste con leves retoques, y se piensa en el Museo del Cine integrado al Museo de Arte Moderno. Así que nuevo destino a la calle Defensa al 1200, vieja sede de las industrias IGGAM, que sería también transitoria porque con las demoliciones y obras del 2005 en el solar de San Telmo, se pasaría al antiguo edificio de la empresa textil Piccaluga, en Feijóo 525, Barracas. Otra parte del museo muda a la avenida de Mayo al 500. Bajo la dirección del cineasta David Blaustein se incrementó la función de misión de difusión, con la recordada revista gratuita “La mirada cautiva”, y acciones especiales como las memorables celebraciones de los treinta años del museo, que consagraron a las mejores películas de los casi cien años del cine argentino como “Crónica de un niño solo”, “La guerra gaucha”, “Pizza, borra, faso” y “La Patagonia Rebelde”, entre otras.
Desde 2008 su directora es la investigadora y especialista en preservación audiovisual Paula Félix-Didier, que encabeza una nueva etapa que encuentra sede definitiva en La Boca en 2011, en un ala del imponente conjunto neo renacentista del arquitecto Juan Chiogna; ex edificio de una compañía eléctrica, hoy La Usina del Arte. Modernizada en 2018, entre sus atractivos se encuentran una sala multiformato, un peep show que reproduce un antiguo estudio, más gadget electrónicos, que no hacen más que resaltar un tesoro enorme siempre a descubrir, afiches poco vistos de Edgardo Giménez y Ronald Shakespear con el cine político y perseguido de los sesenta en diálogo con la filmografía de teléfono blanco de los cuarenta y los ídolos Luis Sandrini, Tita Merello e Isabel Sarli. O la cultura del VHS, los videos hogareños, de fin de siglo pasado. Es “El alma asomada a los ojos” que resplandece neón en la entrada del museo, genio y estampa de un pueblo.
Cuenta con más de 90 mil rollos de película, en varios soportes y formatos, que configuran diversas colecciones entre las que se destacan la de nitrato del primer largometraje de ficción argentino (Amalia, 1914); la colección “Argentina Sono Film”, clásicos del estudio fundado en 1933 y sinónimo de la denominada “Edad de Oro” del cine argentino, y la colección “Manuel Peña Rodríguez”, que contiene varias películas mudas argentinas y extranjeras que se creían perdidas, como la versión completa del clásico alemán Metrópolis (Fritz Lang, 1927).
Estos archivos también están conformados por una diversidad de géneros como el cine publicitario; el noticiero (con el máximo exponente de Sucesos Argentinos 1938 a 1972); el cine de animación (como los cortometrajes realizados por la productora argentina CINEPA); y el cine educativo (como la colección de películas de divulgación científica, realizadas en Francia entre 1912 y 1914 por la productora Pathé).
Entre las fotografías, preserva el museo más de 800 negativos y 60 mil fotografías originales que transitan una variedad de soportes y formatos. Incluye fotos de rodajes, de estudio de cine, retratos de actores, técnicos y cineastas que la convierten en una de las reservas de documentación gráfica más importantes del cine argentino. Entre las principales colecciones se destacan las de Sivul Wilenski y Annemarie Heinrich, con retratos de artistas paradigmáticos del cine nacional.
El acervo textil cuenta con 450 piezas de vestuario, accesorios y objetos de uso personal correspondientes a la época del cine mudo y el cine de estudios del siglo XX hasta la actualidad. El fondo escenográfico incluye maquetas y miniaturas entre otras herramientas creadas, en su mayoría, en los talleres de los grandes estudios locales como el pequeño cartel de “Pensión la Madrileña”, en la que sufría por amor Camilo Canegato, en “Rosaura a las diez” (1958), las maquetas usadas en “Dock Sud” (1953) o la pintura completiva de “En el viejo Buenos Aires” (1942)
La colección de guiones cuenta con 2200 guiones y partituras, incluyendo los más de seiscientos guiones supervisados por el tristemente célebre Ente de Calificación Cinematográfica, que ejerció la censura previa durante la dictadura militar de 1976 a 1983. En su archivo se pueden encontrar el guión original de “La guerra gaucha” (1942), con las firmas de Homero Manzi, Ulises Petit de Murat y Francisco Petrone y guiones inéditos de Leonardo Favio.
Entre sus más de 400 piezas se destacan la cámara-proyector-copiadora Lumière de 1896 –una de las cinco existentes en el mundo, con la cual se realizaron las primeras exhibiciones cinematográficas en la Argentina-, la cámara Pathé utilizada por el pionero Mario Gallo para rodar las primeras producciones argumentales nacionales, y el proyector francés Gaumont de 1910, con el cual proyectaron en 1915 “Nobleza gaucha”, primer gran éxito de la cinematografía argentina. Resulta asimismo un gran tesoro las piezas del patrimonio relacionado al aspecto sonoro, nuestro país que nace con al cine sonoro con un musical, “Tango” (1933), aún poco explorado en los estudios y rescates del cine.
El museo que puso en el mapa a la Argentina en la historia de la preservación del cine mundial, con el hallazgo de la versión más completa de Metrópolis continúa en la línea de trabajo de restauraciones de películas argentinas como “Amalia” (1914), y ahora busca recuperar en México las únicas dos copias que atesora de "Los de la mesa diez" (1960) de Simón Feldman. Además brinda en su tradición, público y gratuito, ciclos virtuales de divulgación y formación; y adelanta la próxima publicación celebratoria del medio siglo, con críticos y estudiosos que eligen su objeto favorito de las colecciones, y que se verá en papel y en libre descarga. Así sostiene una conducta que se remonta a Hicken y los cinéfilos desinteresados que contra viento y marea defendieron y difundieron un pasado común, a veces rescatando latas de volquetes de mudanzas. En palabras de su actual directora en 2009 a la revista de la Dirección General de Museos, Mirá BA, Félix-Didier, “no tiene sentido conservar el patrimonio sin asegurar el acceso. Además de preocuparse en la mejora de las condiciones de conservación, el museo municipal debe propiciar la mayor cantidad de canales para la consulta del material sin restricciones” Una labor cincuentenaria que comparte las imágenes y las voces, analógicas y digitales, de lo que fuimos, somos y seremos.
+ Info Museo del Cine de Buenos Aires - www.buenosaires.gob.ar/museos/museo-del-cine-pablo-ducros-hicken
+ Info del proyecto para colaborar en la recuperación de la fundamental cinta "Los de la mesa diez" (1960) de Simón Feldman - www.idea.me/proyectos/80832/los-de-la-mesa-diez
Imagen: Facebook Museo del Cine
Fecha de Publicación: 15/10/2021
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