¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónEn pleno fervor de la recuperación y defensa de las Islas Malvinas, una salida trágica de la última dictadura en picada, vil provecho de la Causa Nacional, se sucedieron innumerables manifestaciones culturales de apoyo. Quizá la más recordada fue el maratón televisivo en ATC/Canal del 7 de mayo de 1982, que llegó a recaudar un millón y medio de dólares en efectivo y joyas; y miles de mercaderías destinadas a los soldados muertos de frío, que a los pocos meses aparecerían en almacenes de la Patagonia. Con un régimen militar en retirada, desprestigiado en el desastre económico y las huellas frescas del horror del Terrorismo de Estado, la sociedad doce meses después ya había cambiado de canal, en pleno espiral eleccionario. En este contexto, con los Chicos de la Guerra olvidados y vapuleados, el artista y editor Albino Fernández publica “Malvinas. Corazón de América”, con 37 poetas y 11 xilografías originales. Un libro-arte, un libro-vida, para ayudar económicamente a los veteranos. Una de las primeras acciones concretas tendientes en dar una mano a la inmortal “Guardia de las Malvinas”, diría el poeta Héctor Blomberg, los conscriptos de las clases 61, 62 y 63, que volvieron, en el verso de Carlos Kurz, “con un nombre que no quiere morir: Malvinas”
“Fue un emprendimiento de mi padre para colaborar con los ex combatientes, que empezaban a ser invisibilizados, sin chances de trabajo ni ayuda estatal”, comentaba a seargentino.com el hijo de Albino, Lino, y ampliaba, “resultó uno de los últimos grandes lanzamientos de la editora especializada en publicaciones accesibles, y de gran calidad, de los grandes del grabadores del arte argentino. Se hicieron mil ejemplares donde la tipográfica, la impresora y la encuadernadora trabajaron gratis. Salió de la imprenta un 8 de abril de 1983, y tuvo una aceptable venta, que se donó directamente a los soldados de Malvinas”, matizó de una publicación que conjugaba versos de Ariel Canzani D., que fue capitán de ultramar de la Marina Mercante Argentina además de poeta, y León Benarós, poeta e historiador, con clásicos de Jorge Luis Borges y Atahualpa Yupanqui. La reproducción de xilografías originales, un distintivo del sello de reconocimiento internacional, incluía al propio Fernández con enormes artistas de la talla de Víctor Rebuffo y Ana María Moncalvo, entre otros.
Juan Carlos Distéfano, otro artista excepcional, participa con un poema “Yo no calcé tu bota, compañero”, la rareza en su producción artística que también descolló en el diseño gráfico, , “Yo no sé cómo se muere por la Patria. Sólo tengo versiones sobre ello…/Yo no calcé tu bota, ni te lavé las llagas; perdóname, te juro que lo siento/Yo no supe que estabas en Malvinas, hasta que oí por la radio algunos cuentos. Y mientras vos besabas turba y greda, yo, compañero me sentí contento. Y confundí fútbol con guerra y el estadio con la Plaza y al valor con el contento…/Y empezaron la colecta y la fanfarria. Yo dí un collar y vos el cuello/Mi mujer, la pulsera, y vos, el brazo entero. Yo me duchaba con agua caliente y vos te helabas la sangre y los ensueños…/Te acompañaban Martín Miguel de Güemes y San Martín con Rosas y el destierro/Yo no calcé tu bota, quedé en mis escritorios. Pobres trincheras de hombres muy pequeños…/Yo especulé con plazos prefijados…/Tu plazo fue de amputaciones varias, de tu futuro, tus miembros, tus anhelos…/Sé que me desprecian tu madre y tu novia. Y tanta razón va en ello/Tus ojos abiertos, fijos, que taladran mi conciencia de párpados sin sueño…/Desde que te lavaste las patas en la Fuente, junto a un Oscuro Coronel me acuerdo. Desde la Vuelta de Obligado, cuando mandaba Rosas desde el puerto. Vos sabías del Tercer Mundo mucho antes, que los doctores armaran el entuerto…/Tuyo es la isla y la conciencia de la Patria…/Tuyo es el Pueblo…/Yo no soy digno de llamarte hermano…mírame con tus ojos limpios, criatura con fusil, misionero del viento/Pero, mírame, mírame te suplico. Abrí los ojos de hombre, de niño muerto…/Perdoname….te juro que lo siento”
Hijo de gallegos nacido en La Habana, Albino Fernández se nacionalizó argentino en los cincuenta. Para aquella época había participado del Centro Argentino de Grabadores Modernos, un colectivo fundamental en la modernización de un arte de cuatro siglos que resurgía en el mundo, con las nuevas posibilidades de impresiones masivas, y partía a Tucumán a compartir enseñanzas y cátedra con su maestro, Lino E. Spilimbergo. Como registra Silvia Dolinko en “Arte Plural. El grabado entre la tradición y la experimentación” (Edhasa:2012), en 1955 su geométrica escena portuaria en el Salón de Grabado, Dibujos y Miniaturas merece una mención especial, y licenciado de sus cátedras del Instituto Argentino de Artes Gráficas, la Escuela Nacional de Artes Gráficas y la Escuela Nacional de Artes Visuales Manuel Belgrano - como estudiante tuvo de maestro a Antonio Berni y grabadores de los Artistas del Pueblo-, realiza un extenso recorrido por museos europeos en 1963 “Fui a París, allí estuve con Sonia Delauney”, recordaba en 1997 a la revista Nolyx, entrevista de Jerónimo Zamora, sobre su encuentro con la vanguardista pintora y diseñadora ucraniana, y agrega, “a ella les gustaron tanto mis grabados que enseguida habló con tres galerías, fuimos a la primera galería con la recomendación de Sonia, allí había Matisse , Picasso, y yo me sentí que no tenía que estar allí”, afirma con humildad este grabador presente en relevantes colecciones nacionales y del mundo.
De vuelta al país en 1965 es el alma máter del Club de la Estampa de Buenos Aires, inspirado en experiencias alemanas de tiradas populares de originales en xilografías. Son los años del llamado boom del grabado, cuando los 180 mil ejemplares de Martín Fierro ilustrado por Juan Carlos Castagnino eran comprados como hoy una app de celular, y la clase media, a precios módicos, podía llevarse una copia en serigrafía firmada por Berni o Luis Seoane, más requeridas que un electrodoméstico; en la bonanza económica y cultural de la presidencia Illia. Si bien pensadas para socios-coleccionistas estas ediciones, diferentes a las más populares de la universitaria Eudeba, o las mismas experiencias uruguayas o brasileñas, las tiradas superaban los mil para los adherentes, comenzando con el rescate de Adolfo Bellocq, y su “Estela de la tierra” (1943), el último sobreviviente en los sesenta de los Artistas del Pueblo “La frase nos parece justa y el título honroso. Interpretar la conciencia del pueblo fue siempre nuestra más alta inspiración”, habría dicho en los treinta uno de sus fundadores, Facio Hebequer. También reeditado por el Club. Y Albino fue el puente que ayudó a no olvidar la calidad gráfica de estos artistas en una serie de publicaciones que verían la luz en Albino y Asociados, Editores. Aída Carballo, Eduardo Audivert, Pompeyo Audivert, Mabel Rubli, Américo Balán, Sergio Sergi, Norberto Onofrio, Alfredo De Vicenzo, distintas generaciones, que integraban un cuidado catálogo, y que, además, participaban en las bienales internacionales que organizaba el Club. Buenos Aires, capital hispanoamericana del grabado, apalancado con el Gran Premio de Grabado y Dibujo de la XXXI Bienal Internacional de Arte de Venecia que en 1962 gana Berni presentando al mundo a Juanito Laguna.
Pese a las dificultades del Club y la editorial, que reunía artistas y público sin intermediarios, cuando a la clase media le interesaba más la cultura nacional que viajar sin parar, subsistió hasta mediados de los ochenta en diversas sedes, la última en la avenida José María Moreno. Una de las postreras grandes tiradas de la editora resultó en 1979 “Senos” de Ramón Gómez de la Serna, unos tres mil ejemplares de notable factura, con ilustraciones de Rebuffo, Seaone, José Manuel Moraña y Albino, y que hoy son piezas de colección. Fallecido en 2014 Albino Fernández, en la entrevista a Zamora de la publicación del Boletín Informativo de Xylon, una agrupación de grabadores de mediados de los noventa, el grabador y gestor cultural comenta no sin cierta resignación, “Si bien no seguí haciendo exposiciones -mediados de los ochenta-, mandaba carpetas -de otros- al Interior, y a museos de afuera…nos compraban. Lo último que hicimos -a nombre del ya mítico Club de la Estampa de Buenos Aires y su infaltable sello editorial- fue donar al Fondo Nacional de las Artes 520 carpetas. Nunca recibí una nota de agradecimiento. Doné también para el museo más austral del mundo en Ushuaia, a través del Fondo Nacional de las Artes. Doné carpetas al Museo Nacional del Grabado -pero- en el museo del grabado tienen todo empaquetado no lo exhiben, si alguien tiene que estudiar un grabador tiene que ir con un empleado recorriendo paquetes”, grafica a treinta años de la situación que no varió, ahora el museo sin sede propia adecuada, empaquetado en un piso de la Casa Nacional del Bicentenario. En 2021 los herederos de Albino se hallan abocados a la recuperación de los archivos del Club, que se encuentran en la casa-taller de artista en Caballito junto a la colección, archivo y biblioteca personal. Único en Latinoamérica, historia viva del grabado argentino y sus protagonistas.
Con estas palabras prologa Albino Fernández el volumen “que desea ser un testimonio y un homenaje a los héroes de las Malvinas y Atlántico Sur…a partir de esta edición, con aquel componente que perdura más allá de las operaciones militares: el arte” Eterno como la gloria de los 649 hermanos que dieron la vida por la Hermanita Perdida. En el sentido poema publicado allí de Nicandro Pereyra a Mario Almonacid, fallecido junto a Jorge Águila en la recuperación de Grytviken en las islas Georgias del Sur, “Banderita azul y blanca/soldadito Almonacid:/ tiempo y nieve son tu tiempo/no te detengas, herid”
Imágen: Lino Fernández
Fecha de Publicación: 15/10/2021
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