¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónDos libros de cuentos han hecho famoso a Horacio Quiroga: Cuentos de la Selva y Cuentos de Amor de Locura y de Muerte.
A mediados de 1936 el escritor abandona finalmente la selva misionera que tan bien ha reflejado en el primero de ellos y con cuerpo y alma, fiel a su manera, se sumerge en el segundo de estos libros de relatos.
Quiroga ha decidido finalmente volver a Buenos Aires. Para él ya no tiene sentido quedarse en Misiones. Su segunda mujer, María Elena Bravo, cansada de los celos, el maltrato y la vida en el monte, lo ha abandonado llevándose con ella a la hija de ambos. Además está ese dolor de estómago que padece hace años y los médicos nunca pudieron dar con el origen. Sus amigos le han conseguido una cama en el Hospital de Clínicas y para junio de ese año llega a la capital. En la primera consulta queda internado con pronóstico reservado.
Durante esa internación, que se extiende por más de ocho meses, son frecuentes sus paseos por los pasillos del hospital y pronto se hace conocido del personal y los internados. En uno de esos recorridos entra en en un área restringida, y encuentra a un paciente encerrado y encadenado a la cama: Vicente Batistessa, que padece una enfermedad degenerativa muy similar a la del hombre elefante.
Horacio Quiroga intercede ante las autoridades del hospital logrando que lo liberen y lo trasladen a una cama contigua a la suya. Desde ese momento Batistessa pasa a ser su secretario y amigo.
En enero de 1937 a Quiroga le hacen una cirugía exploratoria y descubren que el origen de sus dolores es un cáncer de próstata en estado muy avanzado y sin posibilidades de cirugía.
Una junta de médicos explica a Quiroga la gravedad de su estado. Él les pide permiso para salir y da un largo paseo por la ciudad. Vuelve alrededor de las 23 horas, escondiendo entre sus ropas un frasco con un líquido rojo azulado y con fuerte olor a almendras. Esa noche le cuenta a Batistessa la decisión que ha tomado de acabar con su vida y así ganarle de mano al cáncer. Su amigo lo comprende y ayuda con los preparativos.
En la madrugada del 19 de febrero de 1937, después de varias horas de padecer terribles dolores, Horacio Quiroga muere víctima de la ingestión de arsénico. En sus últimas palabras el escritor le ha confesado a su amigo que él no abandona la vida porque siente que la vida ya lo había abandonado a él.
Fecha de Publicación: 13/05/2018
¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónRecuerdo haber leído a Quiroga ya hace muchos años, y en su momento me había gustado mucho. No conocía esta parte triste de su vida. Muy buen artículo !
Me encanta poder conocer la vida real de este autor porque con ello se entienden los cambios en su literatura.
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