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Hilario Ascasubi: poeta de la Patria

Jorge Luis Borges solía decir que Ascasubi y la Patria nacieron juntos. El género gauchesco, cuna de la literatura nacional, tiene en el cordobés uno de sus mayores representantes.

Cuando el proyecto Sur era una quimera en la cabeza de Victoria Ocampo, Jorge Luis Borges tenía claro cuál sería el tema de su primer ensayo en la revista. Y que Norah Borges realizaría un grabado alusivo. Hilario Ascasubi volvería a entrar en el canon argentino de la pluma borgeana, un poeta del siglo XIX prácticamente olvidado cien años después. Si bien nuestro escritor mayor rescataba su obra a fin de discutir con las bases nacionalistas de los estudios literarios argentinos, que impulsaba Ricardo Rojas desde la universidad, y de anteponerlo al Martín Fierro de José Hernández en la concepción de lo “popular y plebeyo”, lo cierto es que su valoración no cambió con el paso del tiempo. En los setenta Borges seguía sosteniendo que junto a Sarmiento era su escritor favorito argentino. El gran escritor César Aira es un disparatado continuador contemporáneo del talento de Paulino Lucero o Aniceto El Gallo, algunos de los múltiples seudónimos de Ascasubi. Manuel Mujica Láinez le dedicó una biografía novelada y lo llevó al terreno de la leyenda. Ascasubi resume en su derrotero el nacimiento del escritor argentino, primero panfletario, luego artista, o cómo serlo en simultáneo. En palabras de Josefina Ludmer, la cultura letrada se coló en las pampas con Ascasubi y transformó al gaucho en un ser mítico, irreal. Por algo Sarmiento, ideólogo del civilización y barbarie, señaló que el lenguaje de los poetas gauchescos era más bárbaro que el de los propios gauchos. Y en esa galleta dura, seguimos.

Hilario Ascasubi nació en Fraile Muerto -hoy Bell Ville, Córdoba – el 14 de enero de 1807. Para que sea un comienzo de película vino al mundo sobre una carreta en una ruta desolada, a los doce años se embarcó en el pirata “La Rosa Argentina” rumbo a Guyana y Estados Unidos y a los trece fue hecho prisionero por los portugueses. Se fugó en Lisboa y recorrió media Europa y media América. Recién volvió a la Argentina en 1824 y, tras un breve paso por Buenos Aires, recaló en Salta llevando una de las famosas imprentas de los Niños Expósitos -sí, de las primeras de la Argentina- en un obsequio de Rivadavia. Ese año dirige en compañía de José Arenales La Revista de Salta, un medio pionero de la provincia, y publica poemas en homenaje a la victoria de Ayacucho, bajo el patrocinio del poeta uruguayo Heraclio Fajardo. La destitución del gobernador unitario Victoriano Solá hace que se refugie en Bolivia pero la Guerra del Brasil (1825-1828) llevan al poeta a intervenir valientemente en la artillería nacional. Asciende a teniente de la escuadra nacional debido a la bravura demostrada en Juncal bajo las órdenes del Almirante Brown. En 1830 trabaja en la imprenta de Hallet y es designado oficial por el gobernador Rosas en el Fuerte Independencia. De ideario unitario rápidamente se transforma en opositor político, encarcelado en Entre Ríos, fugado en 1831 y furioso antirrosista en Montevideo. Ascasubi trabaja de periodista y poeta en la Banda Oriental, rodeado de argentinos conspiradores en el exilio y extranjeros imperialistas, cielitos, mediacañas, diálogos, décimas, romances y noticias sombrías y terroríficas salen de su imaginación contra la temible Mazorca, y con el fin de derrocar el gobierno de Rosas. Continuador tangencial de la tradición de Bartolomé Hidalgo, Ascasubi redefine la gauchesca, introduce novedosas maneras de versificar, y quién es su público ideal, no tanto los mismos gauchos, sino que aspira a un lectorado urbano por venir. En este sentido, el poeta se asemeja a Esteban Echeverría en pretender un mercado nacional del libro. Ambos, además, tienen otros puntos de contactos y “La Refalosa” de Ascasubi dialoga en truculencia e imágenes bestiales con “El Matadero” de Echeverría. Y, al fin, ambos textos, fundacionales, son diatribas contra el regimen de Rosas. La literatura argentina nació en un charco de sangre.

 

De Paulino a Aniceto, con la única certeza de ser opositor

Mientras Acasubi trabajaba en Uruguay de las más insólitas profesiones, administrador de lotería y panadero con el general General Gelly y Obes, toda su fortuna se destinaba a financiar recursos para derrocar al gobierno de la Confederación en manos de Rosas. Fue uno de los principales aportantes del supuesto ejército “libertador” de Juan Lavalle en 1839. Florencio Varela, Rivera Indarte y Valentín Alsina pasaban largas temporadas en su casa amiga unitaria, y que era una especie de usina de espías extranjeros que atentaban en Paraguay y Argentina. Allí Sarmiento confiesa que admira sus escritos gauchescos porque había aprendido el lenguaje junto al “soldadaje raso” “El arriero argentino”, “El gaucho en campaña” y “Jacinto Cielo” fueron los antecedentes literarios de “Paulino Lucero o los gauchos del Río de la Plata cantando y combatiendo contra los tiranos de la República Argentina y oriental del Uruguay” que el autor recopila en 1853, dedicado a Justo José de Urquiza, aunque son poemas que abarcan desde 1839 a 1851, y fueron publicados sueltos en periódicos efímeros. De allí se desprenden dos aspectos, y que son extensibles al resto de sus poemas, uno resulta la profusión de explicaciones necesarias para un lector urbano desconocedor de costumbres y lenguajes. Otro, es cómo la retórica periodística panfletaria imprime una urgencia y simplificación como queda patente en el poema de Ascasubi sobre Isidora, la federela y arroyera, que en sus características negativas pretende identificarse con la esposa de Rosas, Encarnación Ezcurra.

Jacinto Amores y Simón Peñalva -su primer dúo de payadores creados en 1833- , Paulino y Martín Sayago, Ramón Contreras -el personaje de Hidalgo- y Salvador Antero, entre muchos otros seudónimos, se suceden en décimas en el fragor de la batalla antirrosista, contra la tiranía. Y sin embargo el genio de Ascasubi introduce innovaciones en la gauchesca que modernizan el género e, incluso, insospechadamente anuncian otros géneros argentinos como la realidad desaforada de los dos mil. Retomemos a Isadora, en la voz del chileno Anastasio (¿Sarmiento?), “güeña federala/pues se refriega en su salsa/con la hija de Juan Manuel” El poema cuenta la visita a  Palermo de esta “buena mashorquera” que lleva “orejas de un francés” de parte del general Oribe, arrancadas en el sitio de Montevideo, y en ofrenda que completan la colección de un tenebroso gabinete de horrores que son del “gusto del Restaurador de las Leyes” Lamentablemente se lo encuentra a Rosas “con una cabeza de tobillera (sic)” en “calzoncillos”, en medio de un trance “satánico”, y es degollada para que se lleve a la tumba la postal de “un tigre enfurecido” que echa “espuma por la boca” Termina Rosas sentado en el cádaver y a los besos con la asesinada Isadora, “Ansí la triste Arroyera/un fin funesto a tenido”

Otra notable innovación de Ascasubi ocurre en la célebre “La Refalosa” cuando cede la voz habitual del gaucho “letrao” unitario al “mashorquero y degollador”, que amenaza a Jacinto Cielo a bailar en su propia sangre. El realismo exacerbado cuenta cómo el “salvaje unitario” es degollado, obligado a bailar en su propia sangre, “y se caí a pateliar/y a temblar/muy fiero, hasta que se estira” para finalmente cortarle una lonja de carne, arrancarle las orejas, la barba, las patillas y las cejas, y dejarlo a “los caranchos”, en un método usual de unitarios y federales durante la guerras civiles argentinas. Mucho sabemos de las violencias del siglo XIX, que incluían el machismo manifiesto, debido a las crónicas de Ascasubi, reales e imaginarias.

Con la proclama del 1 de mayo de 1851 de Urquiza contra la tiranía de Rosas, Ascasubi se alista en el Ejército multinacional que vence al gobernador de Buenos Aires en Caseros. Fue edecán del vencedor, quien la pagó 1800 pesos por sus poemas gauchescos con fines de “propaganda”, según Sarmiento. Una vez en Buenos Aires trabajó en la comisaría de La Boca, en la instalación de gas y administró el Teatro Coliseo, y estuvo entre los fundadores del primer Teatro Colón. Al tiempo que se acercaba al separatismo de Mitre,  Urquiza se erigió para Ascasubi en el repudiable “vuecelencia”o “el señor Diretudo”o “el Director Bambolla de Mogolla” o el “sicofantástico”,  o simplemente, en un sucesor del tirano Rosas. Surge Aniceto El Gallo, el caballito de batalla de los porteños enfrentados a la Confederación Argentina,  y que tendrá su derivación en Anastasio El Pollo de Estanislao del Campo, autor del próximo paso de la gauchesca, el Fausto criollo. Derivación además en el cambio de la reyerta política por la sátira periodística y el humor. Ricardo Rojas consideraba que los versos de Paulino son superiores a los de Aniceto El Gallo, “pues mientras la obra del gaucho enemigo de Rosas es violenta en pasión, colorida en vocabulario, original en ritmos y formas, y auténticamente popular, la de Aniceto es desmayada, convencional, oportunista, romanzón de recuerdo en que el aporteñado Ascasubi copia al Ascasubi argentino sin igualarlo” Por acá cantaba Garay, Borges.

 

Santos Vega, un salto al vacío de la gauchesca

Cielito, cielito que sí/Cielito por conclusión/Muera el mulato Ascasubi/De todos el más ladrón” le dedicaba en el diario El Nacional Argentino un tal José Hernández, que apoyaba en el proyecto federal de Urquiza. Ajeno a esto, el poeta amigo de Carlos Pellegrini, se embarca en gira diplomática representando al país del gobierno de Mitre. Residió varias años en París, donde plantó un sauce criollo en la tumba de su admirado Alfredo de Musset, y volvió esporádicamente a Buenos Aires. En 1872 decide publicar sus obras completas bajo supervisión propia y se recopilan por primera vez los versos de “Santos Vega o Los mellizos de La Flor”, su proyecto literario más ambicioso que había empezado a pergeniar en 1850 en El Comercio del Plata en Montevideo “Historia, poema, cuento o cómo quieran llamar” decía Ascasubi veinte años después, y con al agregado de diez mil versos a los dos mil originales, reimaginaba la campaña de los últimos tiempos de la Colonia y los primeros años de la Independencia. Innova pues evade el eje temporal del presente de la gauchesca hasta el momento y, además, inventa dos tipos, Luis y Jacinto, el gaucho malo y el gaucho bueno, que adquieren una estatura mitológica de pelea entre fuerzas ontológicas de las pampas en la voz del payador Santos Vega “Ascasubi fue el primero en poner en letras de molde a nuestro payador”, reconoce Fermín Chávez, debido a que Santos Vega era una leyenda gaucha nacida aparentemente en Santiago del Estero.

No hay héroe, no hay destino tragico, no hay Martín Fierro, sino que hay “la intuición directa del baile, del juego discontinúo de los cuerpos que se están entendiendo” acota Borges en “La poesía gauchesca”, en un brillante análisis del erotismo que reluce en varias de las décimas “He concluído felizmente lo estimo lo más interesante de cuanto he escrito en mi pobre y agitada vida” escribiría Ascasubi a su amigo José Tavolara desde Europa.

Todo se inicia cuando Santos Vega divisa que el caballo de Rufo Tolosa tiene yerra en forma de “Y” y arranca un relato con miles de vueltas y disgresiones, y  que tiene de hilo a estos dos hermanos adoptados en la Estancia La Flor. Vega, insólitamente para los puritarismos de la época, decide cortejar a la mujer de Tolosa y se establece un pícaro contrapunto que acumula situaciones y contextos de alto valor folklórico -aún no existía esa disciplina. Entre chanzas y risas, dos gauchos “apedados”, “permítame, si gusta/continuar mi preguntado/aquel que usté me cortó/con sus güevos de carancho”, se trenzan en un relato con visos fantásticos sin olvidar a la cortejada, “Rosa se la redamó/en la canillas de Vega,/que zapatiando acudió/a sujetarle las piernas,/como que la sujetó/cuando ya se le quemaban/las naguas y el camisón”, en una escena que baila entre la epilepsia y la tensión sexual. Finalmente, el relato vuelve a los mellizos en un final tragicómico, que tiene más de folletín que de poesía gauchesca. Jacinto supuestamente muerto revive y espanta a su hermano Luis, que cae de la carreta y muere aplastado. Y aquella “Y” que retoma vibrante y enlaza géneros, la comedia y la tragedia, poesía y novela, en un contexto fuera del tiempo. Como aquellos gauchos que hacia 1872 “han desaparecido como tipo social y entidad histórica por el contacto de la ciudad”, decía Ascasubi. El poeta regresaría enfermo a Buenos Aires y fallece el 17 de noviembre de 1875, siendo despedido en el cementerio de La Recoleta con loas por el gobierno argentino

“Muchos no habrán oído jamas la palabra gaucho, o la habrá oído como injuria/(…) Hombres de ciudad les fabricaron una dialecto y una poesía de metáforas rústica/(…)Hilario Ascasubi los vio cantando y combatiendo/(…)Vivieron su destino como en un sueño, sin saber quiénes eran o qué eran/Tal vez lo mismo nos ocurre a nosotros” Jorge Luis Borges en “Los Gauchos” (1969)

 

Fuentes: Borges, J. L. “La poesía gauchesca” en Discusión. Buenos Aires: Emecé. 1957; Sorrentino, F. Siete conversaciones con Jorge Luis Borges.Buenos Aires: El Ateneo. 2001; Soler Bistué, M. “Hilario Ascasubi y el Bicentenario” en Imágenes, poéticas y voces en la literatura argentina: fundación e itinerarios. Buenos Aires: CCC. 2010; Mujica Láinez, M. Vida de Aniceto El Gallo. Buenos Aires. 1943

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